





Hay una pasión que, desde que existen registros, se asocia con los sentidos, con el gozo y con el despertar de las sensaciones: el picante. Lo vinculamos a un pequeño toque de fuego, a ese “clic” sensorial que activa nuestra función neuronal, los sentidos de sabor y olor y, en muchos casos, como el mío, hasta sudar de dicha. Todo plato con algo de picante se convierte en un viaje sensorial, así como, si me permiten la analogía, cualquier vida se vuelve una aventura para recordar, ¿o acaso la vida sin un poco de emoción no es como un plato sin sazón?
Desde siempre, las especias y los ajíes (para otros, chiles) han sido tesoros culinarios, símbolos de identidad y carácter en la gastronomía de muchas culturas del mundo. Los aztecas ya sabían lo que hacían cuando veneraban al chile como un regalo de los dioses, y hoy, siglos después, seguimos esa sagrada tradición de ponerle un toque de sabrosura y gozo a determinados platos. Ni qué decir de las culturas orientales, donde el ají es el hilo conductor de civilizaciones.
En mi recorrido gastronómico he probado ajíes de todas las latitudes: desde el sutil y afrutado amarillo peruano, hasta la intensidad abrasadora de los sabores de México o de nuestro ají chivato, o, aún mejor, del pajarito, ese demonio en forma de pimiento que desafía a los más valientes. Pero hay algo especial en el picante mexicano, que más que un ingrediente, es una raíz profunda de identidad nacional. Esa gastronomía no sería la misma sin su icónica salsa roja en los tacos, su guacamole con jalapeños o ese mole que es poesía pura con su toque ahumado de chiles secos.
Pequeños placeres mundanos que alegran y dan vida a una cocina que todos, de vez en cuando, queremos replicar. Y, con algo de dicha, les cuento que ya en Bogotá, y para toda Colombia, tenemos dónde comprar salsas, ajíes y un sinfín de productos “meros, meros mexicanos” con un sabor muy especial: @LaMachaMex, un tesoro de Veracruz. Estas salsas machas no son cualquier cosa: son pequeñas obras maestras en un frasco, donde el aceite se combina sutilmente con habaneros secos y semillas, logrando un estallido de sabor único. En este homenaje a la tradición veracruzana el picante no solo es una explosión en la boca, sino un complemento perfecto para elevar cualquier plato.
Estas salsas recuerdan que las emociones intensas son parte de la vida, que el placer y el dolor a veces van de la mano, y que lo inesperado, cuando se abraza con valentía, puede ser profundamente gratificante. ¿Quién quiere una vida insípida? Así como una comida sin picante se siente incompleta, la vida sin riesgos, sin desafíos y sin esos momentos que nos hacen vibrar, es solo una versión aguada de lo que podría ser.
Me gusta pensar que hay dos tipos de personas: las que le temen al picante y las que lo buscan con pasión. Las primeras prefieren la seguridad de los sabores predecibles, el confort de lo conocido, la tibieza de lo esperado. Las segundas, en cambio, se atreven a experimentar, desafían sus propios límites y son las que entienden que, a veces, la mejor forma de descubrir algo nuevo es arriesgándose a sentir el ardor en la lengua.
Y no se confundan: disfrutar del picante no es cuestión de demostrar quién aguanta más. No se trata de un acto de valentía sin sentido, sino de aprender a apreciar la complejidad de los sabores detrás de ese primer impacto. El buen picante no solo pica, seduce. Tiene notas dulces, ahumadas, terrosas y, combinado con los ingredientes adecuados, puede ser una experiencia perfecta en el paladar. ¡A darle picante a la vida, que de tibiezas no se escriben grandes historias!
Último hervor: Así como las caderas no mienten, esta columna tampoco, y busca algo de sensatez para estos momentos tan enredados. Bienvenida Shakira una y mil veces a su tierra, y que todos los conciertos estén llenos hasta las banderas. Pero que eso no haga que se nos olviden los problemas que tenemos en el país. Desde hace poco más de una semana solo se habla de que las mujeres ya no lloran, pero ¿y los que están sufriendo la guerra en medio país? ¿Los campesinos que sufren, como todos los años, para mover sus productos? ¿Las personas que ven que sus empleos no se reactivan porque medio gobierno está en interinidad, a la espera del nombramiento de un ministro renunciado hace más de 15 días? Si bien es inevitable gozar con nuestra mejor embajadora, que esto no se convierta en una razón para que el tiempo pase sin tomar las decisiones que el país requiere.
#MadamePapita
Madame Papita en X: @Gutierrezlinama