Comida para el alma

Siempre buscamos que la comida alimente, comida que nos nutra, comida que se sienta y vea real. Cuando la realidad es enfrentarse a tener que tomar decisiones, la vida cambia y generalmente es radical, para que sea fructífero y duradero. Eso que los italianos llaman comer “comida para la vida”, o “comida para el alma”.

En mi casa siempre fue claro que el tiempo en la mesa era sagrado. Mi abuela servía las onces (comida) a eso de las cinco de la tarde, y hasta que todos termináramos no había la menor opción siquiera de pensar en pararse de ahí. Solo una tarea de matemáticas servía de excusa, y eso. Era un gran momento poder resumir el día, aprender cómo preparaban esa torta de vainilla y los huevos de turno, o simplemente oír los cuentos de las tías.

Claramente, no conservé mucho de eso. Soy práctica, si no hay tiempo no me siento, como en el computador, o espero a regresar a la casa para poder comer en paz. Eso sí, el almuerzo del domingo es mi espacio sagrado, para devolverle a los que quiero todo ese amor que me han dado en estos meses en cada bocado.

Las sopas y la pasta son mi ruta directa y sin escalas a la felicidad. Soy fanática de los caldos de hueso y papa, sopas espesas con sustancia y mucho sabor; cremas de lo que sea mientras sepan a verdura o campo, no a pastilla o sobre. El cocido es el favorito de mi familia, mientras que el sancocho lo es entre los amigos, y la sopa de cebada con espinazo el de todos los que llegan a mi casa. Una sopa de pasta quita cualquier enfermedad, y un mote de queso me lleva a mi rincón favorito del mundo: el caribe colombiano.

Ahora, no puedo desconocer que la pasta es parte fundamental de mi dieta. Si no subiera tanto de peso, la comería a diario, pero como hay que ser responsable, tengo que medirme, sobre todo ahora, como la adulta que parece que tengo que ser.

Desde que tengo memoria, Colombia siempre ha tenido en el mercado una amplia variedad de pastas, que hacen parte de la canasta familiar de todos por practicidad, precio y beneficios alimenticios. Una pasta con una buena salsa de tomate y albahaca, acompañada de ensalada, es la solución a una comida de afán. Boloñesa o pollo, clásicos de las primeras comuniones colombianas, y qué decir de las onces de las abuelas, que de vez en cuando estaban acompañadas con raviolis y pan.

Este fin de semana decidí celebrar el aniversario de matrimonio de mi prima. A solicitud de todas, pasta con dos salsas, por favor. Entendí que el pedido no era solo celebrar el amor, era darnos amor de familia, que por estos días estábamos necesitando todos. Para mayor alegría, finalmente conseguí una pasta que me llevaba a los momentos más felices de mi matrimonio pues, en mi caso, el tema de buscar buena pasta no era solo mi obsesión.

Quienes pasan por aquí con frecuencia saben que la pandemia nos enseñó a hacer pan y también nos sirvió para volvernos expertas fabricantes de pasta fresca. Gran plan para muchos, y para otros un momento de aprender algo nuevo. Para todos, estoy segura, una actividad que siempre será un descreste: hacer un plato desde la base. Y por eso se convirtió en el espacio básico de reconocernos como clan pastero (que así nos reconocemos).

Esta vez, la dicha de poder hacer con @pasta_rummo generó una pequeña avalancha de autoinvitados y solicitudes de coca para la comida de la noche del domingo. Rummo es una pasta que finalmente llega a Colombia, como una opción de pasta que viene a conquistar a los amantes del producto. “Llegamos a conquistar las mesas del mercado colombiano, porqué ¡la vida es muy corta para comer mala pasta!”, fue la explicación que me dio Alejandro Pinilla (@dicermex), embajador de la marca en Colombia. Y sí, con él entendí que es lo mismo que pedían en mi casa siempre: buena pasta que llena el alma, el corazón y la conversación.

Esta pasta es diferente en muchas cosas frente a lo que habitualmente encontramos en los mercados: ha sido cocida como proceso lento, con moldes de bronce que las hace únicas, y que su textura siempre les quede al dente, para hacer de cada plato una experiencia. “Una pasta como la nuestra, siempre al dente, es la promesa de venta. Y en este caso es real, es difícil dañarla, si dice ocho minutos, lo son. No importa el vino que estemos tomando, el éxito estará garantizado, pues es el inicio de una experiencia que combina pasta, salsa y acompañamiento en el plato”, explica Pinilla

Rummo se fabrica con trigo de calidad superior, lo que le permite tener un contenido de proteína y una alta resistencia en la cocción, para que sin importar la salsa, la mezcla se convierta en una experiencia para quienes la disfrutan. Algo que me explicaba el embajador es que al ser “overcooked”, es un producto sin almidón, lo que es un punto a su favor a la hora de consumirla habitualmente.

Fusilli boloñesa y Penne queso y trufa fueron el menú para 12, para celebrar la vida y el amor. Cociné como para 15, y el resultado es que todos lavaron la loza gracias a este gran momento en familia, pues el que cocina y pasa la prueba nunca lavará, o por lo menos así es en mi caso. No es un producto traído de los pelos a la canasta familiar: grandes superficies ya lo están trayendo como una opción sana y asequible a todos, para poder disfrutar de una muestra de lo que es una tradición italiana en cualquier lugar del mundo.

En momentos difíciles, alimentar el alma se convierte en una herramienta más económica que pastillas para el corazón. La comida es como un botiquín fácil de manejar, y donde estoy segura que cada mamá tiene la medicina perfecta para cada ocasión. Recuerden como dice Juan Luis Guerra en canciones como “Ojalá que llueva café” o “El Niagara en bicicleta”: el alimento es parte de nuestros amores y de la vida misma.

Si aún tienen dudas de esto, o les suena a cuento chino el tema de la pasta como un gran alimento los invito también a ver ‘Vivir 100 años: Los secretos de las zonas azules’ en Netflix. para que se dejen querer y alimentar a través de la comida.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Octubre 12, 2023

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