Omnívoros

El balance del mercado cada día se pone más complejo, en especial en un país donde tenemos regulada la mostaza, la soya, y ahora parece que hasta el pensamiento a la hora de comer. Lo único que nos queda es saber qué tan nuestras, y cuando digo nuestras es que sean producción local, son las frutas, las verduras y otros productos de la canasta familiar. Todo esto para permitirnos tener una dieta amplia y variada.

Por mi parte, he pasado por todas las dietas, mezclas, sabores y pecados. Sin miedo al éxito, o a la indigestión dirán algunos, pero siempre contando con ayuda de un médico que sepa y entienda de lo que estoy haciendo. Y recalco el tema de que sean una persona médica y no de un charlatán, que a fuerza de camisa de once varas lo adoctrine a uno.

Reconozco y respeto que cada cual puede tener las creencias y convicciones que quiera frente a su alimentación, pero esta estigmatización a los que comemos de todo, y con gusto, realmente se está volviendo insoportable. Todos los cuerpos necesitan un poco de todo, dice mi mamá, con porciones más pequeñas, más lógicas, y acorde a lo que se quema en el día.

Y es que los días son más fáciles con un poco de amor y buena comida. El genio mejora, las horas son más cortas, y uno aprende más fácil. Por eso, me queda muy difícil entender a qué horas queremos niños en dieta desde que cumplen pocos años o cómo nos llenamos de impuestos a la comida. Y eso sin mencionar lo peor: cómo no se cuidan los recursos de la alimentación en muchos municipios y ciudades del país.

La crisis mundial de obesidad no es solo por gente que perdió la noción de la supervivencia. Hay momentos en que el límite se desdibuja no por voluntad, sino por temas que muchas veces no podemos explicar, y entonces comer sacia no solo el hambre, sino las emociones. Lo digo así lo porque alguna vez estuve de ese lado. La comida era mi paz y mi cuerpo, según yo, era prestado. Años de trabajar esa relación con la comida, una familia que me acompañó, y lograr identificar que pasaba por mi cabeza. Además, lo digo porque la obesidad también es el resultado de los bajos ingresos de muchas familias que tienen que alimentarse con lo que alcance.

No podemos seguir siendo ajenos a esta oscura etapa de estigmatización y burla a la hora de defender lo que es nuestro, tanto en la cocina como en la producción. Ahí hay mucho de lo que puede mejorarnos como sociedad, pues aunque no lo crean, estamos hablando del acceso a la alimentación, al agua potable y, por ende, a mejores condiciones de vida.

Señores, ser omnívoros no es un pecado. Es una condición innata al hombre, que si revisan los libros de historia de sus hijos y sobrinos, verán que desde los inicios de las civilizaciones se servía de todo, y de todo se comía, de acuerdo a lo que se conseguía. Entonces, por favor, algo de mesura, pues estamos a nada de que no ser vegetariano, vegano, pescetariano, crudivegetariano, frutariano o marciano se nos convierta, a este paso, en un motivo de pelea. Y si de algo estamos cansados en este país, es de pelear.

Buen provecho, y cuiden la platica, para que les rinda el mercado.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Junio 15, 2023

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Otras columnas

Acompáñame cada semana a recorrer temas que nos unen a través de la comida y sus tradiciones, las recomendaciones de buenos lugares y viajes glotones, productos y emprendimientos que vale la pena destacar y un descubrimiento de nuevas alternativas de salud, alimentación y bienestar con los aceites esenciales.

El país de nunca jamás

Algo que admiro profundamente de los japoneses es su capacidad de mantener vivo por siempre a su niño interior. Todos disfrutan por igual con los personajes de Hello Kitty o con sus superhéroes de infancia por las calles de cualquier

Isla para dos

La costa Caribe colombiana se ha especializado cada vez más en un turismo boutique bastante interesante, que nos muestra en sus ciudades capitales espacios llenos de buen diseño y magia que deslumbran a sus huéspedes con encanto; y ni qué

Dulces sonrisas

Si hay algo que nos ha enseñado este virus, que cada vez me sorprende más, es nuestra capacidad de adaptación. Empezamos quejándonos de que el tapabocas nos picaba y que el alcohol olía fuerte, y a punta de regaños y