No pateemos la lonchera

¿Quién no recuerda esas divinas loncheras de lata con los muñequitos de turno? Me acuerdo perfecto de las mías: una de fresita y otra de E.T., compañeras fieles de mi recreo. La ventaja de estas loncheras era que sobrevivían a pateadas, caídas y hasta los golpes más fuertes. Ese amor por mi lonchera me permite hoy pensar que quisiera trastear mi comida muchas veces al mes y evitarme la pelea con el mesero de turno.

¿En serio es necesario hacer una revuelta de loncheras? La moda de los restaurantes de servir lo que quieren sin entender al cliente me llevó a plantearme la necesidad de “patear la lonchera”. Los alérgicos y las personas que comen de una manera diferente somos un grupo que crece a diario, pero los cuales también tenemos derecho a comer delicioso, claro está, si el servicio de los restaurantes nos lo permite.

La “revolución de las loncheras”, como lo he decidido bautizar, no es otra cosa que el movimiento, que estamos viviendo, del retorno a comer comida casera en los restaurantes y de nuevo, hasta en casa con amigos y con calma. Es el regreso a lo básico. Lo raro es ver que muchos aún no entienden que la felicidad del cliente es ese cariño y respeto extra que pueden poner en el servicio o en los mismos platos.

Me encanta ser cliente recurrente donde como bien, que el mesero siempre tenga una sonrisa y que logre que en la cocina alguien entienda que soy alérgica a las yemas y que, por tanto, solo puedo comer huevos blancos al desayuno. Al final sí es un tema de mucha atención y cuidado, pues se trata de la salud y hasta la vida de quien se sienta cada vez en un restaurante y anuncia sus alergias para que sean tenidas en cuenta, si es que están en su plato.

Lo fundamental de poder comer como en casa, es una tendencia que crece rápidamente con restaurantes pequeños y que comienza a ser prioritario en los más grandes; donde el valor de la carta está en la cercanía de los comensales, en la posibilidad de pedir cambios sin ser visto como un bicho raro. Creo que no hay necesidad de enloquecer a la cocina a punta de solicitudes particulares frente a un plato, pero piénselo, una pateada de lonchera es más costosa que invertir en el cliente.

Hoy quiero recomendarles dos restaurantes que, particularmente, hicieron de mi semana una dicha gastronómica:

La Rouguelerie (@larouguelerie): Un balcón con una vista envidiable al valle de La Calera donde se hacen los panes artesanales, galletas de chips y café fresco más ricos de la zona, les aseguro una experiencia inolvidable. Una carta pequeña donde los desayunos y una tarde de café tienen estrella propia. Pasando el peaje de Patios en la primera estación de servicio, no se lo pierdan.

Diana García – Cocina en Movimiento (https://www.restaurantedianagarcia.co): En el corazón financiero de Bogotá, este restaurante es un mordisco a la comida caribeña. Con sabores, olores y muchísimo corazón, hacen de este espacio una excelente opción para desayunar o almorzar. Carimañolas y arepas é huevo que saben a Caribe, pero lo mejor de la carta, la posta negra monteriana. El mejor resumen de lo que es el restaurante lo encontré en su página web: «The belly rules the mind«.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Febrero 23, 2017. 

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