A mí que no me vengan con cuentos de que verse con la familia y los amigos es muy caro, y que por eso hay que invitarlos a las fiestas siempre y cuando lleguen comidos (y ojalá borrachos, como decía la Ronca de Oro).
Con mi pandilla tenemos un lema para reunirnos: el tradicional “todos ponen”. Lo importante es vernos, reirnos y parchar. Y no saben lo rico que puede llegar a ser que uno traiga la tortilla de papa y otros la ensalada fresca, mientras yo me encargo de un buen rollo de carne con salsa de hongos y, finalmente, alguien más aporta el postre. El tema de lo que queremos tomar sí es muy propio de cada uno, siempre llega una botella de vino que se quieren tomar, mientros otros sacan cervezas. Al final, todos toman un poco de todo lo que hay. La música sí que es un tema sencillo: vuelan celulares, sale un parlante pequeño y, de repente, el playlist es de varios DJ que se van rotando. Las combinaciones pueden llegar a ser exóticas, pero no hay como probar la sazón de los que amamos, la música que emociona a cada cual y los cócteles y mezclas divertidas del barman inspirado.
El de todito para mí es cuando uno prueba muchos sabores, tiene la oportunidad de activar las papilas gustativas, despertar todos los sentidos y darles espacio a los gustos de todos y cada uno de los invitados. Vulgarmente diríamos que “en la variedad está el placer”, pero en realidad es esa diversidad de colores de nuestra comida la que le da vida al ojo, antojo a la panza y ganas de más parches caseritos.
Sin embargo, también tengo que reconocer que me matan esos lugares donde todos pueden comer sin prejuicios, pues detesto las salidas donde se sienta mal comido alguien del grupo, así que en esos casos prefiero restaurantes donde todos coman bien, y donde la carta sea una dicha para todos.
Y si de variedad hablamos, en este país sí que hay opciones para cada ocasión. Hay lugares para divorciarse, como una fonda paisa o un restaurante mexicano con rancheras de despecho que anticipan el dolor, o el romántico distinto donde no solo están las velas o el piano de cola, sino lo sorprendente, lo lúdico o lo que cuente algo de nuestra personalidad a la otra persona. Lugares para jugar y comer con los niños o lugares hasta para ir después de un entierro. De todo, como en botica, lo importante es ser pertinente y saber elegir.
Y justo cuando pensaba en este artículo tuve que elegir un lugar para almorzar con una amiga donde no quería limitarla, donde cada cual pudiera escoger lo que quería. Lo fácil habría sido llevarla a una plaza de comidas de un centro comercial, pero me parecía poco especial, así que me dejé recomendar de un grupo de amigos tuiteros y terminamos en Fratelli (@fratelliespresso). Resultó ser un sitio con mucha personalidad, donde desde un sándwich hasta un pollo rostizado es rico, rápido y muy auténtico. Ensalada, sopas y hasta brunch encontré en la carta, y un ambiente delicioso en plena zona G de Bogotá.
Ya saben, a disfrutar de todito y a quitarle tanta parafernalia a la vida.
#MadamePapita