Por razones personales, las últimas semanas he tenido que estar más lejos de lo que quisiera de las cocinas y los restaurantes. He tenido que guardar reposo y cuidar mi dieta al extremo, así que de entrada les pido disculpas si esta columna parece un poco más insípida que las anteriores. Cumplo con ella porque no puedo quedarles mal a ustedes, mis fieles lectores, y porque, junto a mis amigos, este espacio es una tabla de salvación en medio de los momentos difíciles.
El cambio de rutina me llevó buscar otras opciones para disfrutar de la cocina y poderles compartir mis impresiones. No puedo decir que son nuevas, pues muchas llevan años de desarrollo, hacen parte del día a día de muchas, y estoy segura de que yo misma me he referido a ellas en más de una ocasión, pero creo que nunca les he dedicado una columna entera. Sabrán entender entonces que hoy los invite a reflexionar sobre la comida, la cocina y la gastronomía que “consumimos” gracias a la televisión.
En este tema, el menú es bien amplio, desde programas de recetas, concursos, realities que recorren ciudades y países a través de sus sabores, hasta series y películas con chefs como protagonistas o restaurantes como escenario central. Como en todo, los hay para todos los gustos, por lo que más que recomendar alguno en particular, que tal vez lleguemos a eso más tarde, quiero darles unas impresiones generales sobre estos programas.
Un amigo tiende a desconfiar de los shows donde los chefs preparan paso a paso sus preparaciones. Y su principal argumento tiene sentido: uno no puede ser juez y parte. El chef, pónganle el nombre que quieran, alista, prepara, cocina, condimenta todo y, para completar, es quien lo prueba. “Y siempre está todo delicioso, el autor no va a rajar su creación”, dice el incrédulo. Y puede tener algo de razón, pues en estos programas a nadie nunca se le pasa el arroz un poco, se le va la mano con la sal o deja una carne un término que no era el deseado. Para mí amigo, de quien hay que decir que se le quema el agua, esos programas deberían tener delegado externo, algo así como el “defensor del telecocinero”, que sea imparcial, pruebe los platos y diga si realmente están tan sabrosos. Algo extrema la idea, lo reconozco, pero les agregaría un nuevo nivel a esos programas.
Recuerdo que en alguna parte leí que cuando empezó esta tendencia de los programas de chefs haciendo preparaciones, una de las preocupaciones era similar a esa teoría conspirativa de mi amigo y era cómo hacer creíbles y disfrutables unos platos que el “comensal”, es decir, el televidente, no iba a probar. Y es que la cocina y el comer son experiencias que multisensoriales, donde la vista tiene su rol, pero donde el olfato y el gusto son mucho más importantes. ¿Cómo iba a funcionar un programa sobre comida, donde la gente no va a poder degustar el producto final? Ese era el misterio en ese momento, y creería que lo sigue siendo. Pero de alguna manera funciona, y mucho, porque pasamos de espacios de chefs a tener canales dedicados las 24 horas del día a compartir estas experiencias.
Y ahí es donde falla la teoría de mi amigo porque, si hay que dudar de esos programas, columnas como esta también están condenadas, ya que aquí ni siquiera se pueden ver los platos y preparaciones de las que semana a semana hablo. Creo que es la hora de revisar mis amistades…
Voy a pasar rápidamente por los concursos y realities, por dos razones: una, esos para mí son más de entretenimiento que de cocina como tal. Además, están tan bien montados, con su parte de drama, de emoción, de conflicto y de buena onda, que no quisiera dañarle la experiencia a quien la disfruta.
Pasemos entonces a las series y películas, donde el catálogo también es bien amplio y variado. Y aquí viene la recomendación de la semana, aclarando que ninguna plataforma, canal ni medio tiene que ver con lo aquí escrito. Tan es así, que el programa del que les vengo a hablar tiene ya tres temporadas, se viene produciendo desde 2022 y no tiene presa mala. Se trata de The Bear, que dejó a sus fanáticos en ascuas al cerrar su último capítulo con un “continuará” que estoy segura hizo gritar a más de uno.
La descripción fácil sería decir que The Bear trata sobre un chef exitosísimo que trabaja en restaurantes de estrellas Michelin, que de un día para otro tiene que hacerse cargo del negocio familiar, un cuestionable local de sándwiches en Chicago, ante la muerte de su hermano. Como dice el lugar común, un giro de 180 grados, donde pasa de cocinas perfectas con los chefs más preparados, encargados de platos insuperables, a lidiar con una serie de aficionados que logran mantener a flote el negocio nadie entiende muy bien por qué.
Pero The Bear va mucho más allá de las recetas y la comida, y ahí está su magia. El negocio se vuelve una excusa para analizar los traumas y los conflictos de cada uno de sus protagonistas, cada uno más disfuncional que el anterior, pero que encuentran en la cocina su camino a la redención, cada uno a su manera, y unos más largos que otros. No quiero extenderme mucho, pero si le dan una oportunidad no se pierdan el capítulo en que en una sola larga toma se muestran 25 minutos caóticos del servicio del restaurante, y atención también a la banda sonora.
La caja mágica siempre nos dará opciones, y para quienes amamos la comida, son muchas. Con decirles que mi amado Anthony Bourdain no alcanzó a entrar en estas líneas. Aprovéchenlas entonces en la televisión para destapar un nuevo nivel de experiencias para la gastronomía.
Antes de cambiar de canal, les dejo una invitación. Estamos en pleno Congreso Gastronómico de Popayán, que celebra este año su versión 22, consolidándose como el encuentro anual de gastronomía más antiguo de Latinoamérica. Una experiencia que todos deberían vivir al menos una vez en la vida y que este año tiene como platos fuertes los pabellones de Guatemala, Leticia (Amazonas), Patía y la carne de cerdo. Se espera que estos y los demás espacios sean visitados por unas 45.000 personas hasta su cierre el domingo. Habrá talleres en vivo oferta gastronómica de la región, actividades culturales experiencias artesanales, institucionales y de carácter social, todo en un mismo lugar: el Recinto Ferial del Parque Caldas. Con este encuentro, la ciudad blanca hace gala de su título de Ciudad de la Gastronomía de la Unesco, una razón más para salir corriendo hacia allá.
Último hervor: Tal vez estoy llegando un poco tarde a la discusión y algunos digan que ya suena a disco rayado, pero como mujer y como periodista tengo que manifestar mi absoluto rechazo a la referencia del presidente sobre las periodistas “muñecas de la mafia”. Es que es espantoso hasta tener que escribirlo. No se entiende qué podría haber querido decir, ni vale la pena buscar explicaciones. Es impresentable y no hay más que decir.