Invertir en el campo colombiano suele ser una apuesta a largo plazo, dadas las condiciones básicas de nuestra geografía nacional, la siempre variable situación socioeconómica de las regiones y el conflicto que hemos vivido por décadas. De ahí que encontrar empresas que apuesten por dos décadas a ese renacer sea difícil, pero las que lo hacen, lo logran con creces, no solo mejorando la calidad de los productos sino incentivando el desarrollo de las comunidades impactadas.
Por fortuna, sigue habiendo empresas así. Nespresso, marca líder en cápsulas de café porcionado de la multinacional Nestlé, es el claro ejemplo de la diversificación e inclusión de excelentes granos en sus ventas mundiales, mercado en el cual Colombia juega un papel fundamental como productor de un café excelso. A lo largo de 20 años, @nespresso.co ha crecido de la mano de los caficultores del país, y ellos también, con buenas prácticas, capacitación y mucha investigación para mejorar nuestra producción local.
En la actualidad, nuestro país tiene una importante representación en los proyectos productivos de Nespresso a nivel global: “Colombia se reconoce por su calidad, sustentabilidad y estandarización. Uno de los casos que se destaca es el de Jardín, en Antioquia, que hoy cuenta con una planta de procesamiento que acopia la producción de la región y mejora el proceso en calidad y tiempos. Además, le da a la comunidad la posibilidad de mejorar su entorno productivo”, explica Marcos Djinishian, quien se estrena como líder de negocios de la marca para Colombia y Centro América.
Djinishian llega a la región desde la casa matriz, en Suiza, con una tarea clara en nuestro país: mantener la inversión en las comunidades, crecer con la marca y seguir construyendo una comunidad que entienda y aplique todo lo que hacen ellos en los procesos de producción y posconsumo.
En estos 20 años de trabajo, cerca de 40.000 productores han trabajado con la marca, número que sigue creciendo gracias al Programa NespressoAAA Sustainable Quality que, apoyado en inversiones, logra que el trabajo con agrónomos fortalezca el proceso general de los caficultores. Es así como estos proyectos se consolidan con un alto valor para las comunidades desde la tecnología, la mejora de la cadena productiva y el reconocimiento mismo del valor final de cada carga.
Ahora, hay que decir que mucho se habla del mercado del café en cápsulas, casi siempre desde el desconocimiento, con un tono desafiante y poco instruido, y por lo general sobre lo mismo: la contaminación y el impacto ambiental. Quienes lo hacen realmente saben muy poco de lo que pasa y todo lo que se logra con los desperdicios que dejamos los consumidores. Por ejemplo, más allá de la inversión en nuestros caficultores, Nespresso lleva dos décadas orientado a los consumidores en el manejo de las cápsulas usadas, para su mejor gestión. Además, el 50 % del aluminio se recicla para reutilizarlo en sus propias cápsulas, en bicicletas y hasta esferos en ediciones especiales. El café que se filtra, por su parte, vuelve a la cadena productiva en forma de abono. Y esto es solo el principio de lo que podemos hacer los consumidores, poniéndonos la camiseta de la responsabilidad que lleva la marca con orgullo.
Una gran muestra de esto es su café conmemorativo “No. 20″. Reconocido como uno de los mejores del mundo, recoge el trabajo de estas dos décadas, resultado de lograr afinar los procesos y métodos de trabajo, para así fortalecer una especie única propia de nuestro país. “No. 20″ es una experiencia multisensorial que logra que, a través de esa taza de café, por su olor y su sabor, uno se sienta aún más orgulloso de ser colombiano. Y no hablemos del “Master Origins Colombia”, un café 100 % colombiano, suave, que se caracteriza porque los caficultores realizan un proceso denominado cosecha tardía para obtener el sabor especial que es su sello.
A todas estas, no crean que Colombia va un paso atrás en temas de consumidor final. Aunque celebran solo 10 años, nuestro país es hoy un mercado más maduro, donde los amantes del café tenemos acceso a la misma tecnología, sabores de cápsulas y varios servicios que recibe cualquier aficionado a esta bebida en el mundo. Obvio, como en tantas cosas, vamos creciendo y aprendiendo pues, aunque somos unos consumidores innatos, también queremos aprender a tener nuevas y mejores experiencias en casa.
Creo que como colombianos nos acostumbramos a tomar café desde que nacemos, tenemos una cultura cafetera que crece con todos desde que aprendemos los pisos térmicos en el colegio y religiosamente nos enseñan dónde se siembra el café y cómo se cosecha. Y ni qué decir de nuestro turismo especializado del Eje Cafetero, que ha logrado consolidar experiencias gastronómicas, de agroturismo y de goce en torno al café.
No podemos negar que un buen café es necesario cuando empieza el día, una forma de consentirnos en una tarde de amigos y, por qué no, una gran experiencia cuando podemos ir probando los sabores del mundo en una taza, y así viajamos sin salir de casa. Hemos aprendido a tomar cafés fríos, a manejar mejor las mezclas con leche o bebidas lácteas vegetales. Hemos retomado procesos de filtración del café que por décadas estuvieron en el olvido. Estamos mejorando la experiencia de consumo de nuestro producto estrella y todo esto es una buena noticia, como que la apuesta de 20 años de Nespresso en nuestro país siga dando frutos y generando tazas de café por mucho tiempo más.
Último hervor: Cada vez que perdía un examen, mi profesora de matemáticas me decía: “vuelve el burro al trigo”. Y así estamos, por lo menos los bogotanos, con el tema del racionamiento de agua. No pudimos, o no quisimos, economizar ni ahorrarla. Gastamos como bárbaros confiados en que había entrado el invierno, y ya estamos listos para volver a empezar con cortes más seguidos, y ahora acompañados de nuevas multas. No hay nada gratis en la vida y menos el agua que es un recurso bien limitado por estos días.
Y si por la sabana no cae una gota de agua, no hablemos del Tolima o Nariño donde los incendios están arrasando tierras fértiles, flora y fauna local, y poca ayuda se ve. No podemos seguir cayendo en la trampa que todo retoña, pongámonos las pilas, pues el daño de la capa vegetal toma años en volver a deja útil la tierra.