Fervor es lo que sentimos los colombianos en diversas situaciones: fútbol, ciclismo y, sobre todo y en muchos casos, por el Sagrado Corazón, en el que confiamos y nos encomendamos. Fervor es ese entusiasmo que nos mueve a creer, crecer y seguir echando “pa’ delante” en cada proyecto que tenemos. Fervor es ese momento donde la fe nos invade, y nos deja listos para lo que se venga.
Es una gran palabra, fervor, una actividad que nos distingue como colombianos. El Fervor, además, se está tomando la movida gastronómica colombiana de la mano del chef colomboamericano Víctor Guerra (@fervorbog), quien decidió regresar al país a emprender su propio camino, mezclando raíces criollas con todos los conocimientos adquiridos por su paso en las grandes cocinas del mundo. Gracias a una fuerte influencia italiana, que entrecruza con técnicas de cocina japonesa y sazón de la costa pacífica colombiana, se construye esta nueva propuesta, donde el fervor es encontrarse con cada uno de los platos, que son una experiencia muy particular.
Podemos verlo como un laboratorio de innovación y desarrollo, que permite que la carta sea robusta y crezca a la par del proceso y la creatividad del chef. Pero esta mesa, que enamora y brinda la oportunidad de tener una comida sabrosa y muy novedosa en la ciudad, también tiene una impecable curaduría de vinos, a cargo del sommelier Tomás Durán, quien, además, ha logrado unir una oferta de coctelería con un fuerte sabor nacional, que complementa la experiencia.
Y como uno siempre está dispuesto, con fervor profundo, a que lo sorprendan, hay detalles muy importantes en la propuesta de Guerra, que en muchos casos le hacían falta a la investigación gastronómica nacional: vinagres, vinos de frutas, garums (salsa de pescado), kombuchas, fermentos y sakes hechos en casa, que ofrecen sabores novedosos e intensos. Un gran trabajo el que se realiza en este laboratorio, no solo en redescubrir los productos nacionales, sino en lograr construir un trabajo sabroso y lleno de técnicas que elevan la cocina colombiana.
La calidad de cada plato es el resultado de entender el origen de los insumos, su entorno cultural y la posibilidad de traducirlo en una experiencia que nos lleva a otro nivel. Pesca del Pacífico colombiano, pato, caracol (que nunca ha sido mi fuerte, pero estaba delicioso), cordero, vainilla del Chocó, y frutas del Caribe colombiano, se mezclan con semillas, granos, tubérculos y otras carnes, dejando una cocina con fundamentos y aprendizajes que se reconocen en cada bocado.
“Fervor responde con autenticidad al camino que he recorrido en alta cocina en Estados Unidos, a la técnica europea y asiática, y al asombro con el cual estoy redescubriendo los sabores y alimentos locales, tras muchos años de vivir por fuera. Manejamos sabores que el paladar del colombiano va a reconocer como propios y cercanos a su mesa, y al mismo tiempo llega a sorprender con toques explosivos y profundos”, comentó Guerra.
Chapinero se consolida como una nueva y mejorada movida gastronómica en Bogotá. Una vecindad donde confluyen clásicos restaurantes con las nuevas propuestas, que traen consigo sabores y espacios que generan innovadoras e importantes experiencias, para seguir fortaleciendo el sector gastronómico nacional.
Último hervor: Bueno, y como la situación de la sequía sigue latente, ahora no solo tenemos líos de abastecimiento de agua, le sumamos los posibles racionamientos del servicio de energía eléctrica. No hay energía más cara que la que no se tiene, y si las decisiones del Gobierno no garantizan una solución de largo plazo, podríamos ver aumentos en las tarifas. Pagan, o pagaremos “justos por pecadores”, como dice el viejo refrán. Razón tienen los costeños en quejarse y cantarnos la tabla por las tarifas.