Cómeme a mordiscos

Descubrir que a mordiscos la vida es más sabrosa es una necesidad que adquirimos todos los humanos una vez dejamos el tetero. Los mordiscos son un acto placentero, provocativo; un diario que construimos con el paso de años descubriendo que no todo es bueno, sabroso, ni necesario. Desde morder el lápiz en el colegio, el borrador que nos tragamos sin culpa o cualquier cosa asquerosa en un parque cuando somos pequeños, es lo que nos deja tener un estomago recio y un paladar exquisito.

¡A mordiscos que me coman! No hay necesidad de pensar mal, es una realidad y es una delicia. Morder profundamente un buen pan caliente, recién salido del horno, o un suculento bocado de pernil de Navidad es un orgasmo gastronómico. Todo, eso sí, con una selección justa y necesaria de ser coherentes y no babosos (piensen en lo que sienten en la boca cuando algo no es… babas, ¿verdad?).

Por eso creo que cada día nos volvemos más refinados en la comida rápida que a diario consumimos. Estamos cambiando el “me tocó comer”, por la búsqueda de lugares aparentemente más fáciles, pero que en realidad son más sanos, con una identidad, y que nos llenan el estómago y nos enamoran para volver. Y Bogotá se está llenando de apuestas deliciosas y acogedoras.

Hamburguesas con propuestas novedosas en sus carnes, panes y hasta en los acompañamientos; ensaladas variadas, arriesgadas y donde las mezclas nos dejan llevarnos todo en un solo servicio, y ni qué decir de las taquerías que comienzan a tomarse la ciudad, con olores y sabores bien mejicanos. Estas propuestas, a diferencia de lo que todos piensan, no son ni más fáciles de desarrollar ni más económicas, tienen el doble de esfuerzo en lograr el punto de equilibrio entre el sabor, el costo y su felicidad.

Apostar siempre por romper el molde no es fácil, genera pánico escénico y controversia en las mesas, pero es ahí cuando nuestra cultura gastronómica evoluciona, se adapta y permite que nuevas generaciones entren al ruedo con un aire necesario para cualquier movida de comida.

Esta semana me topé con una taquería que es toda una apuesta de arquitectura gastronómica, un lugar maravilloso y una comida que hay que repetir. Les recomiendo los tacos de Insurgentes (@insurgentestacobar). Una casa en la 56 con carrera 5ª con identidad desde el minuto en que uno entra. Un lugar moderno, de paredes altas y luces de neón. Un mural a medio terminar alusivo al movimiento insurgente que une el bar con la cocina es el abrebocas a su experiencia en una taquería.

Una carta para omnívoros o vegetarianos, llena de estrellas de la comida mejicana. Productos locales adaptados a esos sabores que sin ser locales generan un vínculo con la memoria de esa cultura, una selección muy bien hecha y cero pretenciosa. Todo va al centro de la mesa, pues son alternativas de mordiscos para compartir, para disfrutar uno a uno. Mis preferidos, los esquites, la quesadilla al pastor y los tacos de carnitas. Un suculento guacamole para ponerle a todo y unas salsas picantes sobre la mesa para chuparse los dedos. No dejen de ir, es un plan buenísimo, con excelente música y carta de bebidas, cómodo, pero, eso sí, no esperen reserva. Como el dicho, todo lo bueno se hace esperar.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Octubre 12, 2017.

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Cómeme

“Uno es lo que come, con quién lo come y cómo lo come”. Laura Esquivel. Particularmente siento y pienso que la vida es para comérsela con desenfreno, desde lo que hay en la nevera hasta con quién cada uno decide

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