Adagios populares

Colombia es un país rico en cultura, donde brillan la música, la literatura, la danza, la cocina, y hasta esas extrañas frases que crecen con nosotros, las famosas “frases de la abuela”. A medida que crecemos, nos damos cuenta de que son adagios o dichos que nos alegran la vida, y nos permiten encontrarle el lado amable a la vida con un par de palabras.

Generalmente, los adagios son sabiduría pura y dura. Una frase contundente que, entre chiste y chanza, deja un mensaje claro y que quien lo usa, por algún motivo, prefiere decir las cosas con esta sutileza que hacerlo de frente, sin dolor. Cada región del país tiene los suyos, y hay varios acunados hace décadas. En mi caso, llevo toda la vida escuchándolos, unas veces con risas y otras con lágrimas.

Así que me puse en la tarea de rebuscarme unos cuantos que sin lugar a duda caen muy bien en este momento que estamos viviendo, donde el bolsillo se encoge y el cinturón se aprieta, porque es mejor reír para no llorar muchas veces. Estoy segura de que muchas de estas frases las dicen y las oyen con gran frecuencia, así que lo importante es el tono y el gusto con que las usen, porque siempre debe haber algo de risa camuflada para poder decirlas.

Empecemos con uno obvio para este espacio, en el que comer se convierte en un llamado a poner atención, a ser un poco más concentrado: “usted que come que adivina”. No sabe uno si es la manera corta de decirle a uno desubicado, o adivino. Siguiendo con el diario vivir, y ya que cuenta uno con dotes de adivino para saber con qué negocio salimos de esta, siempre estará quien nos recuerde que “el que tiene tienda, que la atienda” o que “el ojo del dueño engorda el ganado”. Ambos son muy ciertos, pues estar encima de los negocios, saber lo que vende, cómo lo vende y, sobre todo, como trata a sus clientes, los fideliza y es el camino más corto para el éxito en este negocio de la comida.

Hablando de negocios, uno tiene que poder encontrar el punto medio que permita tener “las cuentas claras y el chocolate espeso” con los socios, amigos y los clientes. El éxito, sobre todo de las pequeñas tiendas, está ahí, en saber dónde está la línea del ‘fiao’, la cerveza que invita a los amigos y la quiebra inminente por comerse el inventario.

Y ya que nos metimos con comerse el inventario, es algo que suele pasar y ahí sí no hay quién lo salve a uno. Mucho cuidado con los negocios que se vuelven la caja menor de los amigos que no pagan, que dañan economías y relaciones. Por fortuna, tenemos los dichos para salvar la situación, y hay una frase que empodera al negociante a la hora de realizar compras, ventas y canjes, y las dudas nos asaltan en si vamos por el camino correcto: “Con hambre no hay pan duro”.

Cuando uno necesita algo con urgencia, generalmente acaba accediendo a las condiciones impuestas por el mercado, sin mucho margen de movimiento, y con cierto desespero, lo que no permite tener una negocia más justa. Pero siempre llega la abuela, y le recuerda a uno que “si eso es para uno, es para uno”. Y sin entender uno como el universo conspira y, efectivamente, acaba uno con lo que es de uno.

Ahora, cuando uno sabe que lo de uno es esto de la comida, hay cosas que por creencias y agüeros siempre hace. Si se cae un bocado de esos que adoramos, repetimos con mucho fervor “mugre que no mata engorda”, soplamos y lo comemos sin pensar mucho, y con la dicha de haber salvado ese pedacito de cielo. Igual pasa con dos palabras que me encantan sobre el mecato: “me lo mecatié en papitas”, y las onces, pues no existe colombiano que en su vida no le hayan empacado un “algo para sus onces”. Esta, además, es la muestra de cariño más grande de una madre por sus hijos.

Por último, comparto unos que no me hacen tan feliz, porque siento que resumen esa cultura del “vivo vive del bobo” que, con orgullo, algunos pregonan. Hay aquí dos adagios que son realmente un bulto de sal, pues suelen venir con una cantaleta de editorial: “Al que le van a dar le guardan” y “de eso tan bueno no dan tanto”. Partimos de que siempre hay un guardado, y no propiamente de pan, sino de sacar ventaja en el negocio, por encima de cultivar clientes y permitir que el país crezca. Lo más difícil de procesar en esas dos frases es que no hay mamá que se equivoque cuando las usa.

Los adagios son esos pequeños motores que alimentan historias, permiten mantener viva la cultura popular, ayudan a consagrar la cantaleta de las madres a los hijos, y siempre nos salvan a la hora de no tener nada que decir, y usarlos con un pasaboca y salir del atoro.

Si conocen más relacionados con comida, cocina o negocios, recibo los que quieran compartir en @ChefGuty, en Instagram o X, pues hay que mantener nuestra cultura viva.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Septiembre 07, 2023

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