Pare y siga

Pasada la primera semana del año, ya se avecina el fin del periodo de vacaciones y comienza Cristo a padecer. No se trata solo del regreso de las rutinas, sino también de la reacomodada de la ropa, la limpieza del closet y el cuidado de lo que comemos. Diciembre siempre es la excusa perfecta para uno que otro pecado que nos llena el alma y el corazón. Es como ese momento soñado, porque en últimas todos trabajamos duro durante el año para poder disfrutar unas fiestas donde podamos comer manjares en familia y aprovechar el merecido descanso.

Eso sí, quiero dejarles claro que el año pasado sentí y padecí, como nunca antes y con mucho asombro, los juicios de valor que se tejen frente al mirarse al espejo luego de estas vacaciones. He escuchado unas conversaciones que, francamente, dejan mucho que desear de las personas que se dedican a hacer comentarios de las personas y de lo que se llevan a la boca.

Sobran esos “cómo estás de bien a pesar de la tragadera”, “no te comas otro buñuelo que vas a quedar igual de redondo”, “si comes más de una natilla, seguro te echaras encima unos kilos de más” y así sucesivamente. Todas ellas son conversaciones poco enloquecedoras y, más bien, hasta irrespetuosas. Qué más da, dejen a la gente vivir un diciembre en paz y lleno de delicias en la cocina.

La conversación frívola, fría y destructiva que nos hace parecer dueños de los cuerpos de la gente está de más. Desde memes de Barbie con los gordos por fuera, pasando por las promociones de todos los gimnasios con un claro mensaje de “venza su sobrepeso decembrino”, hasta titulares de noticieros en fin de semana, hablan de la necesidad de quedar escultural en enero. Son mensajes peligrosos con los cuales estamos creando un extraño y peligroso culto al cuerpo.

Por mi parte, hago muchísimo ejercicio porque me encanta. Pasé por un tema complejo con la comida cuando era joven y por eso aprendí a los golpes que, frente a la alimentación, la salud mental no puede depender del consumo de conversaciones externas, que acaban siendo el pepito grillo que nos atormenta.

Yo me comí todo en diciembre, tanto de dulce como de sal. Cociné de más, compartí, le regalé bolsitas para llevar a los amigos, probé lo que me ofrecieron y congelé cosas que me sobraban, que han sido mi desvare en enero. Todo esto, además, siempre con la firme convicción de no desperdiciar y más bien compartir y así poder darle a quien estaba algo colgado con su alimentación. Ni hablemos de las cervezas que me tomé, que rara vez lo hago, pero que en esta oportunidad me las disfruté y dejé de pensar en tanta caloría y pendejada, pues nadie me quita lo bailado, lo comido y lo tomado.

Lo que debemos aprender de todo esto es que el cuerpo es nuestro: nadie tiene porqué opinar sobre cómo nos vemos. Por el contrario, cada quien tendrá sus objetivos, su búsqueda de equilibrio, para después de disfrutar y hacernos responsables de nuestra salud, meterle equilibrio a lo que comemos y al ejercicio, para volver a dinámicas que nos permitan estar felices, saludables y en paz con Dios. Pare, piense y siga su camino, que sin lugar a duda tendrá cada uno mucho que trabajar. Eso sí, no se sienta con la posibilidad de enloquecer al vecino, que seguramente está haciendo su propio esfuerzo.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Enero 06, 2023

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Otras columnas

Acompáñame cada semana a recorrer temas que nos unen a través de la comida y sus tradiciones, las recomendaciones de buenos lugares y viajes glotones, productos y emprendimientos que vale la pena destacar y un descubrimiento de nuevas alternativas de salud, alimentación y bienestar con los aceites esenciales.

Las mil y una noches

Todos en algún momento hemos leído y vivido el cuento de la lámpara mágica de Aladino. Nos saboreamos con los banquetes que servían a los príncipes y sus invitados y al final siempre pensamos cuáles serían esos tres deseos. Dinero,

Placeres digitales

Un poco de sal, agua, cilantro y hueso hacen el mejor caldo base para una mañana de guayabo o para una noche fría. Ese caldito se ha convertido, no solo en una necesidad deliciosa, sino en una opción de creatividad

Caserito

Tal cual, así es que me gusta comer la mayoría de los días de la semana: preparaciones sencillas, hechas en casa, sin formalidades, pero donde se siente la tradición, el sabor de mi hogar. Esa comida es la que preparamos