Caserito

Tal cual, así es que me gusta comer la mayoría de los días de la semana: preparaciones sencillas, hechas en casa, sin formalidades, pero donde se siente la tradición, el sabor de mi hogar. Esa comida es la que preparamos para nuestras “cocas” de llevar al trabajo, la que hacemos por las noches para nuestra pareja, o la que con más tiempo ideamos para reunir a los amigos un día de descanso.

Esa comida, a su vez, está alejada de cualquier foto digna de Pinterest o Instagram. Todos sabemos que no hay nada menos fotogénico que un plato de arroz con huevo acompañado de unas tajadas de plátano maduro o un arroz sorpresa con todo lo que quedaba en la nevera y una tajada de aguacate que lo remate; pero para muchos de nosotros no hay nada más cercano al cielo que eso, es más, lo elegiría como mi última comida antes de irme de este plano de existencia.

La belleza no es propiamente la de una foto. Son sus sabores, la contundencia de los aliños, los recuerdos ligados a cada plato por sencillo que se prepare, los que hacen que la comida casera sea el corazón de todas las familias. Ese pastel de carne y arroz de nuestras abuelas, la lasaña de los sábados con las tías (con su buena tajada de pan de molde) o la sopa tradicional de cada departamento, que generalmente se asemeja a un cocido, un sancocho, sea valluno o de pescado, platos que tienen todas las estrellas arraigadas al corazón y la herencia de lo que somos.

Restaurantes, cafés o cafeterías buscan cada vez más ese punto que nos lleva a ser capaces de sentirnos como en la casa. No solo con la comida, sino con el servicio. El corazón no solo es el condimento, es la capacidad de hacernos vivir una experiencia única cada vez que nos sentemos a compartir sus platos. Lo importante en cada caso es que, como dice el adagio popular, hay que “hacer ganitas para comer caserito”.

Y ganitas le tenía hace rato al Restaurante La Pinta en mi barrio favorito de Bogotá, Chapinero Alto. Aunque no es propiamente caserito, su ambiente en una casa tradicional de ese hermoso barrio que recuerda a los abuelos, con mobiliario vintage y un servicio cálido y cercano. La comida, aunque está arraigada en las raíces españolas, es una buena interpretación de ingredientes locales frescos con recetas propias, pero seguro encontrarán una buena tortilla de patatas o un pulpo con alguna salsa oriental, y la ciencia está en ese toque secreto de su chef. Reserven con tiempo y disfruten una noche de un ambiente delicioso con unos vinos y buena comida.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Julio 12, 2019.

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