Cuentos de cocina

“Hoy lo que más necesitamos es que la comida sea un tema de conversación con nuestros hijos, para que empiecen a tener una buena relación con los alimentos y puedan tomar decisiones informadas, para aprender a comer de todo con responsabilidad y criterio”. Juliana Orozco, Autora de Cuentos de Cocina.

Es una realidad. Cada uno de nosotros tiene unos tesoros invaluables en el corazón: las recetas de las abuelas, de nuestras mamás o de las alcahuetas de las tías. Son sabores que nos llevan a lugares seguros de nuestra infancia, y que terminan siendo los bocados que enamoran y construyen nuestras historias, esas que pasan de generación en generación, con una que otra modificación, pero en las cuales lo esencial continúa siempre intacto. Eso me pasó cuando comencé a seguirle el rastro a @mesabeafamilia.

Me llegaban comentarios por todos lados. Por ejemplo, una amiga me dijo que su matrimonio se salvaba con lo fácil que era cocinar según el libro de Juliana Orozco, una administradora de empresas que descubrió el significado de la herencia gastronómica cuando comenzó a escribir sus libros de cocina. Y es que en sus publicaciones, ella decidió plasmar esos recuerdos vivos de su infancia y de su día a día en familia, en torno a la comida: “La cocina siempre ha sido un tema muy de mi familia materna. Mi abuelita Alicia cocinaba espectacular, mi mamá es la mejor pastelera aficionada, y es quien dirige la producción en nuestra empresa familiar de alimentos, @ixcacau, que reúne pastelería, chocolatería y salón de té en Bogotá”.

Sin proponérselo, Juliana vio como su primer libro comercial, “Me sabe a familia”, se convirtió en el salvavidas gastronómico para cerca de 6.000 familias que lo compraron durante la pandemia. Durante los meses de confinamiento por el Covid, el libro sirvió como guía de consulta básica, clases sencillas de cocina y motivo de dicha para muchos. La publicación es el resultado del ejercicio más básico a la hora de cocinar en casa: “recolecté los papelitos que dejaba diariamente en casa a mi ayudante con mis recetas. Luego, se convirtieron en el referente de amigas y familiares”. Así, sin saberlo, el “bicho” fue su mejor aliado de mercadeo.

Pero esto no se quedó ahí. Los hijos crecían, junto a su esposo seguían cocinando maravillosamente, y eso fue la receta perfecta para darle vida a un proyecto que rondaba la cabeza de Juliana desde hace 10 años, cuando escribió su primer libro para niños, como sorpresa del cumpleaños de su hijo mayor, Martín. En ese momento se trató de algo sencillo, con recetas para padres e hijos, que se volvió en una herramienta de uso diario para sus amigas. “La cocina de Tin Tin” fue, sin querer, la primera versión del libro del que hoy hablamos en esta columna.

Hoy, hacer libros es un proyecto de familia, donde sus hijos han sido artífices y compañeros de las ideas. Esta vez, son recetas para niños que se unen a ilustraciones y fotografía para dar como resultado unos maravillosos cuentos culinarios. Tiene dos protagonistas: Tin, un gato raza russian blue, bautizado por su hijo Martín; y Migue, un caballo palomino, que lleva el nombre de su segundo hijo, Miguel. Cada historia es producto de horas de trabajo e inspiración en vuelos largos de avión, que le permitieron a la autora conectar recetas, personajes y productos. Un viaje maravilloso, podríamos decir quienes ya hemos visto este regalo culinario.

El tiempo se convirtió en un desafío más grande que el mismo libro. El objetivo era llegar a navidad como el mejor regalo posible para los niños, pero mientras escribía y conectaba sus personajes, buscando además cumplir con las expectativas de sus hijos (convertidos ahora en protagonistas de esta historia) el tiempo voló. “Este es el libro de los niños, es el tesoro del cual quiero que se apropien”, explica Juliana. El libro es una compilación de saberes y sabores de una infancia llena de recuerdos maravillosos, donde todo se comía con mesura y sabrosura, donde todos podemos comer un poco, integrando productos y conocimientos de nutrición y bienestar.

Mientras lo leía, lo fui sintiendo como una especie del “Libro Gordo de Petete” con el que crecimos varios de nosotros, pero con temas más cercanos a lo que mueve mi corazón en la actualidad: nutrición, nociones de modales, uso de los utensilios. Saliéndose de lo comunes que suelen ser los libros de postres para niños, “Cuentos de Cocina” es un lugar donde la creatividad necesita más espacio que supervisión, convirtiéndola en algo para compartir entre todos.

Juliana también ha logrado llegar al corazón de los más jóvenes, esos que están volcados a la vida digital, con #LosNiñosCocinan para #SemanaPlay. Este es un espacio para conocer y cocinar, desde el punto medio de las recetas familiares y el tiempo que tienen las familias de hoy, buscando siempre que la experiencia y el sentido común del equilibro, de comer un poco de todo, logren crear conciencia a la hora de poder elegir.

Tenemos entonces el primer recomendado para esta Navidad, dos libros de cocina: “Me sabe a familia” y “Cuentos de cocina” (https://me-sabe-a-familia.myshopify.com/). Con ambos, las familias pueden empezar a construir una equilibrada relación con la comida, a través de actividades que buscan empoderar a los más pequeños desde el momento de la elección de qué cocinar, cómo hacerlo y siempre disfrutar lo que se comen. “Comer estando presentes y sabiendo qué es lo que llevamos a la boca. Alimentarse sano no es caro, lo difícil es aprender a dejar lo ultra procesado y empaquetado para aprender a ir a la plaza de mercado”.

Anímense a compartir la experiencia de regalar un libro, que quizás no es lo más habitual o popular, pero si es de las cosas más lindas que podrán quedar a futuro: más si se trata, como estos, de recuerdos de infancia. De alguna forma, todos los caminos conducen a la cocina en familia, a educar y empoderar para elegir lo sano, sin rayar en la locura de las modas y, sobre todo, a disfrutarse cada plato construyendo un tejido social que guardará las tradiciones de cada familia.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Octubre 21, 2022.

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