¡Necesitamos comer, esa es la base de nuestra vida! Es una necesidad vital de los seres humanos desde que nacemos, igual que los animales y hasta la misma tierra donde sembramos y de la cual nos beneficiamos por esa cadena autosostenible. Necesitamos víveres, recoger las cosechas, pagarles a nuestros campesinos los productos que nos venden y que cada alimento sagrado no se desperdicie ni se dañe sin llegar a quien lo necesita. Animales como los pollitos y los cerdos que esta semana nos sacudieron necesitan alimentos, y lo que está sembrado en cultivos abandonados por la situación que vivimos necesita fertilizantes y mano de obra que los cuide.
Como ven, todo necesita un camino que, de punto a punto, permitirá que los colombianos estemos bien o un poco mejor en medio de las circunstancias tan complejas que atravesamos hoy en día.
Esta semana las imágenes fueron duras. Nos cuestionaron. Pero la realidad y la angustia llegaron cuando las cadenas de WhatsApp comenzaron a sumarse al pánico que sentimos todos por el desabastecimiento. Esta vez no era el papel higiénico o el alcohol desinfectante. Era ver cómo los productores de leche regaban su producido, sin poder ni siquiera entregarlo a millones de niños que lo necesitan para crecer; cómo los paperos regalaban la papa para alimentar vacas, pasando su producción al vecino o al amigo para no perderla. Era ir a la tienda y ver que la cebolla larga estaba escasa, que quizá hoy tocaba remolacha en lugar de plátano, y así darnos cuenta de que eso que en la televisión parecía tan caótico llegaba al barrio, a la vereda, a nuestro entorno.
Esta columna no pretende tomar partido y menos hacer juicios políticos pues cada cual hace con su cacerola y paila lo que crea y le nazca. Pero lo que sí quiero pedir a gritos es que permitamos mover víveres, comida para animales, medicamentos, oxígeno, que dejen pasar a los enfermos y niños que necesitan asistencia, que no dejemos perder las vacunas que tienen un cuidado especial y si no llegan a su destino no podrán proteger a miles de personas. Quiero pedir que tengamos la compasión de ponernos en los zapatos del que está perdiendo sus cultivos, sus inversiones y hasta la vida de sus seres queridos por estos bloqueos a la prosperidad, a la humanidad.
La vida real no pasa en las redes, la comida no se sirve en un tuit, los medicamentos no se venden por telepatía. Pero lo que sí me encontré en redes y en WhatsApp fue una campaña muy sencilla que dice mucho: #DéjanosPasar. Un mensaje potente que es la pura verdad: demos vía a quienes llevan alimentos, llevan sueños, llevan vida, porque bloquear a los nuestros en medio de una pandemia es agravar aún más una situación ya bastante preocupante, pues es bloquear la vida misma.
Cada barricada, cada cierre no solo representa una dificultad, pues al final del día lo que necesitamos es poder darnos paso y permitirnos alimentarnos, permitirnos mirarnos como colombianos, escuchar al otro, dialogar, unirnos y no dejarnos llevar por una ola de insatisfacción que ya es un cúmulo de un año complejo para todo el planeta. Tal y como vamos, estamos destruyéndonos como país, como sociedad, como colombianos… y cayendo en manos de unos pocos que no escuchan razones, que no entienden que de esto o salimos unidos, o nos quedamos todos en medio de ese trancón, en medio de la sin salida que se ha generado.
Hoy mi alma de cocinera, de cultivadora, de mujer, de colombiana los invita a que seamos parte de una transformación. Revisemos, desde el caos, cómo podemos ver un nuevo orden y no nos dejemos llevar por una ola de escasez, de pérdida de lo más sagrado, que es lo que nos dan la tierra y la vida. Tomemos el diálogo como punto de partida, por favor. Partamos del escuchar, de terminar con el matoneo injustificado y sistemático. Dejemos pasar, dejemos vivir, porque la vida pasa por las vías, no por redes sociales.