Feliz, feliz no cumpleaños

En estos días he estado recordando la escena de Alicia en el País de las Maravillas en que el Sombrerero Loco y sus amigos cantan “feliz, feliz no cumpleaños” todos los días, buscando inventarse una fiesta, un momento de alegría donde no lo hay. Y es que no creo que haya mucho que celebrarle a un año de pandemia. Sin duda han sido 365 días (y contando…) muy duros para todos los seres humanos, pero mucho más para quienes tuvimos que recorrer el camino de vivir de cerca, por algún motivo, este pavoroso virus. Tampoco estamos para celebraciones pendejas, de fiestas, músicos y demás. Esto no se ha acabado y a este paso estamos más lejos que hace unas semanas de pensar que estamos saliendo adelante. ¡Entonces culpamos a los dirigentes! Pero, seriamente, ¿es culpa de ellos?

Cuando uno sale a la calle ve, aterrado, cómo los tapabocas son “tapasonrisas” sin diseño, porque son varios quienes los llevan por debajo de la nariz. Otra amplia población los lleva de adorno en la oreja mientras habla por celular, y ni hablar de los que creen que la mascarilla es un cuello ortopédico. Entonces la culpa siempre es del vecino, o de que el tal virus no existe o, peor aún, de que nos creemos invencibles porque es algo que les da a los otros, menos a nosotros.

En medio de todo eso, sin embargo, hubo cosas para destacar. Este año le enseñó a la industria gastronómica lo berracos que son y mostró su extraordinaria capacidad de adaptarse y defender sus empleos, de diversificarse para mantener a flote sus negocios, sus sueños de independencia, de creación y de salir adelante. A los productores les ha enseñado a voltear sus ojos a la venta directa, a buscar nuevas estrategias y a recordarnos a todos que nuestro campo es el corazón de cualquier ciudad. Fue un año en que acompañamos a los cultivadores de papa, yuca y ñame, entre otros, a no perder sus cultivos. También vivimos de cerca la escasez de algunos productos que siempre dimos por sentado y sentimos el impulso de tener una reserva por si algo pasaba.

Además, estos 12 meses también trajeron nuevos proyectos que, con más angustia de lo normal en un emprendimiento nuevo, se fueron concretando y fortaleciendo a punta de domicilios, redes sociales y muchos amigos haciendo barra. Luego, lentamente, alzaron vuelo gracias a esa presencialidad alternante que fue un aire para todos. Comenzamos a salir entre susto y dicha, con tapabocas, protectores y mucha disciplina, porque sabíamos que era el camino. Pero poco a poco volvimos a la temida indisciplina, que nos trajo de regreso a un pico con todas sus implicaciones. Todavía veo con horror tanta gente que creyó que resucitaría el domingo pasado, luego de unas buenas vacaciones aglomeradas, y ahora todos estamos pagando las consecuencias.

Queridos compañeros de gulas y condumios: no podemos bajar la guardia, porque dependemos uno del otro, del tapabocas del vecino y de la responsabilidad de todos. Yo, por lo menos, sí quiero y necesito seguir saliendo a probar nuevos platos. Quiero ver a mis amigos a la cara y no al tapabocas de turno. Además, las cadenas productivas necesitan seguir moviéndose: los meseros, camareras y auxiliares, entre otros, necesitan seguir teniendo sus empleos. Pero, sobre todo, la industria gastronómica entera necesita un respiro profundo, para seguir abriendo sus puertas.

Esa es mi motivación. Piensen en las suyas y por favor sigamos cuidándonos, produciendo y generando empleo y espacios que activen la vida, esa vida sana y sabrosa que conocemos y que tanto nos gusta. Este cumpleaños del innombrable debe ser una oportunidad para repensarnos, para no dejarnos caer, para entender que si no dejamos de ser irresponsables todo eso puede quedarse en un solo deseo y no podremos salir de la mano de este momento, que a veces parece una película maluca sin fin.

Y como quiero seguir pensando que existen un presente y futuro mejores, hoy quiero recomendarles otro lugar que me llena de dicha. Esta vez lo encontré en el @caimandelrio, en Barranquilla. Se llama @chickenready y es un delicioso pollo rostizado con un no sé qué, no sé dónde. Al principio fui parca y pedí par piezas para compartir con un amigo que me lo recomendó. También pedí una ensalada de aguacate y tomates, que asumí era la misma ensalada de siempre, y me sorprendió mucho pues esos tomates estaban rostizados con aceite de oliva, lo que fue un premio de la vida.

Fue así como tocó pedir más pollo, más ensalada y una segunda porción de papitas criollas, porque la cosa se puso sabrosa. Y como bien lo dice su carta, ¡listo el pollo! De todo lo que ofrecen, no hay nada que uno pueda decir que no repetiría. El servicio, con todo y pandemia, fue impecable: siguiendo todos los protocolos, hecho que se agradece. Para quienes quieren pedir a casa, puedo decirles que la línea de WhatsApp funciona perfecto, pues lo comprobé al día siguiente (je, je, je). Péguense la voladita y prueben esa delicia de pollo de La Arenosa, con mucha sandunga y sabor.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Abril 8, 2021.

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