Las mil y una noches

Todos en algún momento hemos leído y vivido el cuento de la lámpara mágica de Aladino. Nos saboreamos con los banquetes que servían a los príncipes y sus invitados y al final siempre pensamos cuáles serían esos tres deseos. Dinero, poder, el príncipe soñado, vivir en una isla paradisiaca sin mover un dedo… En mi caso, uno sí sería viajar eternamente para comerme el mundo.

Muy presente en nuestras mesas, con mucho más arraigo en la costa Atlántica, se ha instalado la llamada comida árabe con todas las de la ley, sabores, productos y fiestas, influyendo positivamente en muchas de nuestras ciudades. Lo que llamamos árabe en realidad es comida sirio-libanesa, la herencia que trajeron los migrantes que echaron raíces en el país a principios del siglo XIX. Su religión, su arquitectura y sus tradiciones son bastante conocidas en varias ciudades.

Puerto Colombia, Barranquilla, Maicao, Cereté, Ocaña, Cali, Cartagena, Cúcuta, San Andrés y Bogotá fueron algunos de los lugares donde con sus telas y mercancías se asentaron y una de las grandes herencias que diseminaron por nuestros departamentos fueron también sus manjares.

Quién no sabe en el país lo qué es un kibbeh, esas delicias de amasijos de carne, trigo y especies; el falafel (o lo que podríamos traducir como arepitas de garbanzo muy especiadas); los indios, envueltos de hoja de parra o de repollo rellenos de carne, arroz y especias; o el hummus, un delicioso dip a base de pasta de ajonjolí con garbanzo o berenjena perfecto para ponerle a los kibbehs, el falafel y el pan árabe.

La base de la comida árabe que conocemos en el país fue el resultado del sincretismo de productos como lentejas, almendras, piñones, ajonjolí y especies con productos foráneos como nuestras carnes y verduras; el resultado es una gastronomía que ha hecho historia, que se metió en nuestros hogares y se quedó. Cada ciudad adecuó sus sabores y productos a maravillosas creaciones que siempre en el fondo guardan ese sabor único e inconfundible de la historia árabe que nos trajeron entre cuentos, bazares y ventas de telas. Yo puedo comer una y mil noches un bocado árabe para ser feliz.

Bogotá tiene un tesoro de esos de cuentos, se llama Panadería Árabe de la 85. Con arraigo, sabor y muchas historias de barrio, esta sencilla pero sabrosa panadería tiene los mejores kibbehs y pan sábana de Bogotá. Pasar y tomarse el tiempo para un baklava fresco o llevarse varias cosas para picar en la casa siempre es una dicha. La panadería siempre le soluciona a uno las fiestas, hacen pedidos y al día siguiente sus comidas salen perfectas. Ojo, cambió de lugar, en la misma calle 85 pero con nueva dirección: carrera 15 # 86B – 67. Teléfono: 531 9278.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Agosto 2, 2019.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Otras columnas

Acompáñame cada semana a recorrer temas que nos unen a través de la comida y sus tradiciones, las recomendaciones de buenos lugares y viajes glotones, productos y emprendimientos que vale la pena destacar y un descubrimiento de nuevas alternativas de salud, alimentación y bienestar con los aceites esenciales.

Tiempo fuera

No sé si es mi impresión, pero de un tiempo para acá como que los días pasan más rápido de lo que estaba acostumbrada. Por más que corremos y tratamos de ponernos al día de las cosas que quedaron pendientes

Pollo es pollo y lo demás es cuento

En la vida, si uno es cuerdo y lo piensa bien, el pollo ha sido uno de los mejores compañeros de las mesas colombianas. Es una pieza fundamental de esas suculentas sopas que hacen parte de nuestra cultura de norte

Artesanos del tomate

Una de las primeras cosas que aprendieron a comer mis sobrinos cuando pequeños fueron las papillas, compotas y cremas de la tía Madame Papita. Y desde siempre, las de tomate han sido un éxito. El tomate es uno de los