¡Caldero, paila o teflón hace de las ollas un utensilio fundamental en nuestra vida! Pero la diferencia no es el rayón, ni lo finas; lo hace los sabores que cada una va guardando en nuestras cocinas.
Una de las cosas que más me llamó esta semana la atención en Facebook, fue toda una disertación que leí sobre las ollas, cómo las cuidan, cuál es la mejor marca y el poder de reciclar de alguna de las mujeres, que ahí hablaban. Lo que más me gustó fue que cada post de marca, llevaba una receta y por obvias razones, acababa dando mil recetas y recomendaciones de porqué deberíamos recuperar no solo las ollas de antaño, sino nuestras recetas. Ya les dije, vamos a construir patrimonio gastronómico.
Yo nací en medio de las ollas de las normalitas, las que se pegan y todos hoy detestamos. Crecí entre la olla arrocera detestable que hace arroz mazacotudo y hoy, peleo por mis calderos pesados y viejitos. Al igual que con las ollas, mi patrón de compras se fue rearmando con el paso de los años: almacén, tienda, domicilios y de regreso hoy, a la plaza.
En nuestra cocina cotidiana las ollas tradicionales siguen siendo las más utilizadas y estamos retornando poco a poco, a esas raíces nativas, étnicas o de la casa.
Lo que es aparentemente “lo natural”, lo que nos seduce es usar el plástico, el aluminio y el icopor que no me hace feliz y con lo cual peleo a diario. Creo que cada vez que lo hacemos debemos cuestionarnos el porqué, pues no logro encontrar un argumento más allá de la moda o comodidad. Una fuente de inspiración real de nuestras ollas y técnicas debería ser lo natural como en las plazas de mercado. Ver cómo cocinan, cómo guardan, cómo cambian el zip lock por la hoja de plátano es verdaderamente fascinante. En Bogotá hay más de 7 plazas de mercado, a lo largo y ancho de la ciudad, situación similar pasa en el resto de ciudades de Colombia en mayor o menor medida. Lo que si es igual siempre es el significado de nuestro mercado que sigue siendo centro de encuentro, compras, cervezas, chicha y cuentos. No importa el día ni la hora, el día de mercado es una experiencia cultural muy importante para todos.
Dejen la pereza, la experiencia de una plaza además de colorida y rica en productos, nos permite fomentar una relación más justa con nuestros productores. Siempre hay buenos restaurantes o corrientazos; abarrotes, y todo lo que usted pueda querer o simplemente mecatear. Los invito a lo simple, a lo natural, a lo tradicional, a lo ecológico, nuestro reto definitivamente es reducir cada vez más los elementos no naturales.
#MadamePapita