Colombia es una caja de Pandora, cada ciudad, cada pueblo, están llenos de recovecos donde al otro lado de una puerta podemos encontrar lugares nunca antes imaginados. A nivel gastronómico este fenómeno me hizo pensar en los famosos paladares cubanos donde en algunas casas, un poco secretamente, se sirven platos del día para locales y extranjeros que tengan las posibilidades de pagar por algo más que un almuerzo corriente. Hoy en día eso pasa con los Clandestinos, de los que ya hemos hablado, casas y apartamentos donde a manteles se paga un precio fijo por un menú de degustación con la posibilidad del maridaje de unos buenos vinos.
Pero volviendo a nuestros rincones, es aplaudible el emprendimiento gastronómico que explota hoy en día en el país, y esto nos está dando la posibilidad de acercarnos a gastronomías nunca antes conocidas o extender sabores y posibilidades de menús rápidos: un pequeño garaje con comida coreana, un local diminuto pero alegre de arepas venezolanas, empanadas argentinas para todos los gustos en un lugar compartido con ceramistas y ventas de ropa usada, una ventanilla donde al otro lado la felicidad de un plato de lechona está en nuestras manos en menos de cinco minutos, y ni qué decir de los cafés, los lugares de onces, los nuevos espacios de trabajo donde con un té, algo de panadería, sándwiches y buen internet les solucionan la vida a estudiantes y freelancers.
La comida une, trae saber y sobre todo, aparte de llenarnos de felicidad, es una herramienta de emprendimiento en medio de una cultura rebuscadora como la nuestra, que encuentra maneras de salir adelante a través de transmitir algo de su cultura y llenar barrigas y corazones de amor.
Hoy precisamente les tengo dos rincones muy distintos, dos universos de sabor, llenos de color y buen ambiente:
Cien Gramos (@restauranteciengramos)
En el hotel Click Clack cerca al parque de la 93 en Bogotá, en un piso subterráneo y casi como un secreto, se encuentra este restaurante donde la filosofía es que cada plato, sea una entrada o fuerte, no pasa de los cien gramos de peso. Un concepto simpático (aunque la verdad me habría gustado un poco más de ese risotto con trufas). En medio de una carta bastante particular y novedosa descubrí algo que me llamó aún más la atención y fue su bar: El Boticario. Cocteles generosos, con los ingredientes y las preparaciones exactas, servidos en los vasos clásicos de cada coctel y una variedad inigualable de bebidas que maridan perfecto con la música y la decoración del lugar, un verdadero rincón de delicias para pasar una noche en pareja o con los amigos.
El pantera (@elpanterataqueria)
Para finalizar, hoy les tengo una recomendación de un rincón de delicias donde disfruté recientemente como mexicano en cuatro de mayo, una taquería realmente maravillosa del barrio Quinta Camacho de Bogotá: El Pantera.
Nachos frescos y crocantes con guacamole me dieron la bienvenida, seguidos de unos esquites con maíz de verdad y buen chile morita y queso rallado; y para finalizar unos tacos de chicharrón y otros de berenjena y unas quesadillas de champiñón (muchas opciones para los que no comen carnes). No esperen rancheras, la música es puro funk, R&B, rap y música urbana… una gran combinación para el lugar, la comida y unas buenas chelas.
#MadamePapita