Me muero, pero de placer

Por un momento les propongo que juguemos a que llegó el último día de la vida y estamos advertidos, que el famoso aquí y ahora está más presente que nunca, ese instante donde se es consciente de tu humanidad, de lo efímero de la vida y del final.

Pero sin ponernos trascendentales, si me salen con la frase de película (o de reina o candidato presidencial) de “¿Cuál sería tu última comida?, a mí lo que me da es un ataque de risa nerviosa y se me alborotan los deseos gastronómicos; pues qué difícil es escoger, y creo que lo primero que pensaría sería en que por fin podría hacer la gran comilona y quizá morir de indigestión pero de placer puro, con millones de cosas que engordan y que me hacen muy feliz, al fin y al cabo, ya pa’ qué más dieta.

Pero al depurarlo llegan a mi boca sabores esenciales, esos que como cuando llego de un gran viaje y me quiero consentir en mi casa, es lo primero que me cocino: lentejas, arroz blanco, aguacate, pimienta recién molida y de ñapa una suculenta pasta al burro (¡se alimenta la niña!, diría mi abuela). Este ejercicio lo hicimos con una amiga y no se imaginan las cosas que salieron, y eso me ratifica que los sabores de nuestros hogares son los que nos llevaríamos a la tumba.

Un sudado de pollo con arepas y un tinto de la mamá; tamalitos de pipián de Pan Vivo; sopa de fríjol con cebollitas ocañeras; tamal decembrino con pan; sagú con guarapo; cuajada y mogolla de Manta (Cundinamarca); pollo St. Morris con arroz con cilantro; carne desmechada con torta de plátano maduro y arroz con fideos; fríjoles con arroz, plátano muy maduro y chicharrón; sobrebarriga al horno con papas chorreadas, arroz blanco, aguacate y tomate; cazuela de mariscos; cuchuco con espinazo y hasta risotto de mar.

Hay unos que son de los míos, los del club del arroz con huevo (con tomate con cilantro y aceite de olivas es una delicia), o papitas fritas de la abuela Josefina, amorfas pero crujientes por fuera y como un puré de suaves por dentro, pero también están los que se irían a un restaurante en Nueva York y se comerían el menú degustación de siete platos con postres y vinos incluidos… ¡qué felicidad!

En postres, desde la cuajada con melao, las obleas con arequipe y mora, y unas brevas con arequipe, hasta un dulce de mango con la receta de la Ciénega de Santa Marta o los platanitos tentación con Kola Román, y, eso sí, a mí no me dejen sin mi pie de coco.

Sigamos jugando. ¿Cuál sería su última cena? Escríbanme en Twitter a @chefguty.

Les quiero recomendar dos lugares maravillosos en Medellín:

El Botánico (@elbotanicomedellin):

Una pequeña jungla verde en una terraza da paso a un llamativo bar. Este jardín botánico tiene la mezcla perfecta entre un ambiente moderno, sobrio y una amplia carta de bar y delicias en la comida. Gastropub dicen ellos, yo, un tremendo restaurante que no tiene nada que envidiarle a cualquier bar en Nueva York. Mis favoritos, la bondiola con un suave arroz con vegetales y abundante ensalada, y el rack de costillitas con unas deliciosas papas a la francesa y salsa de queso cheddar. Cada uno con sabores mágicos que estallan en la boca. En las entradas las tostadas de pulpo estaban maravillosas. Vayan con tiempo y disfruten del espacio y la experiencia.

Evok (evok_bienestar):

Poner un pie en esta tienda es entrar en un espacio que revive los más dulces recuerdos de los remedios y bocados dulces de las abuelas. Un concepto basado en los “tres mundos” de cada uno de nosotros; vitalidad, bienestar y tranquilidad, que nos brindan gracias a los productos que usan, y la satisfacción de comer con conciencia. Productos nacionales llenos de corazón en cada mordisco que uno da. Galletas, merengues, chocolates y deliciosos tés son el abrebocas de lo que pueden encontrar.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Mayo 25, 2018.

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