Me siento orgullosa de comer, saborear, cocinar y promocionar proyectos colombianos. Quizá porque en algún momento de mi vida pasé por ahí, y entiendo lo difícil que es hacer patria desde la cocina y el campo. Ser colombiano es ser creativo, ingenioso y muy trabajador. Sin embargo, la cultura del avivato es una vaina muy jodida, que obliga no solo a meterle cabeza al negocio, sino ojos y manos para que no lo tumben a uno.
Gracias a las redes sociales, en estos últimos años ha sido más evidente la cantidad de proyectos productivos que nos rodean, las delicias que se preparan en las cocinas de cada rincón del país, y la gran variedad de productos que salen de nuestro campo. Siendo realistas, es quizá de los momentos más fructíferos de nuestra relación con el agro, y seguimos empujando para sacar más.
Colombiano que se respete valora la papa y el cilantro fresco que llega a sus mesas para un caldo bien trancado, la fruta que cada semana llega a las plazas y la posibilidad de conseguir en la tienda del barrio lo básico para la comida, y ojalá fiado. No es una temporada fácil para nadie, y no es un fenómeno solo local. Por el contrario, y con algo de interés y preocupación, vemos que el mundo se está reacomodando en medio de la crisis económica global.
Por eso no es necesario entrar en las peleas políticas de moda. En su lugar, es momento de agarrar el canasto y poner orden en la casa y en los negocios, y meterle corazón para que esto arranque bien cada semana. Somos más los que estamos produciendo y trabajando y, por fortuna, tenemos mucho por hacer por estos días de fin de vacaciones, regreso a los colegios y el inicio del segundo semestre del año.
El tema de incrementar la compra local es una berraquera. Cada peso invertido en una etiqueta que diga “Hecho en Colombia” es un peso mejor destinado en nuestro país. Esto sin demeritar o excluir las delicias que nos llegan del mundo entero, pero podemos hacer un doble esfuerzo en priorizar lo que es nuestro, de la tierrita y nuestros productores.
Hoy, por ejemplo, sentí una profunda emoción cuando vi que un famoso helado de una cadena internacional ahora viene con Chocorramo. Suena ridículo, pero nos acostumbramos a los chocolates importados y a sacar pecho por el Milo, pero el que niega la dicha que le genera un mordisco de Gansito o Chocorramo, niega a la mamá. Ramo es de esas empresas con las que uno va a la fija, coma lo que se coma.
Colaciones, ponqués, platanitos y mis amados Tostacos… En fin, sus productos son como historias que crecieron con uno, y que son una dicha ver llegar y tomarse los mercados del mundo. Todos aquellos que pelean sin necesidad porque ahora están en una cadena multinacional, de verdad desármense, cómanse un helado y sientan orgullo de ser colombianos.
La colombianidad es más que tener una cédula y ponerse la camiseta de la selección los festivos y el 20 de julio. Nuestra colombianidad está en reconocer y luchar por nuestras raíces, nuestros sabores, nuestro campo. Yo a diario cargo mi coca con mucha dicha, unos días con almuerzo, otros con frutas, pero siempre trato de reencontrarme con esos sabores tan nuestros que me llenan el alma, y me traen un pedazo de hogar a cualquier lugar donde la abra.