Por estos días regresó del extranjero un amigo que se había ido a probar suerte y que, como muchos, regresó pensando que “muy bonito todo, pero no gracias”. Colombia, por donde lo miren, es un país excepcional, lleno de millones de motivos por los cuales quedarse, así muchos no hagan más que quejarse sin proponer soluciones. Sin embargo, varios que van y vuelven nos llenan de razones para vivir felices e invertir en el futuro del país.
Lo primero que escuché al vernos y preguntarle qué quería comer, fue un sonoro “¡CHICHARRONES!”. Y le dijo a la que era, porque no hay cosa que más me provoque comer siempre que unos crocantes y carnudos chicharrones, acompañados de un buen ají y guacamole. Para rematar este manjar compartimos un plátano maduro, la delicia nacional del “chicharrón con maduro”.
Ahora, siendo sinceros, hay que reconocer que cuando uno pide chicharrones, generalmente vienen junto a un suculento piquete: morcilla, longaniza, chorizo y, si es trifásico, con carne de res, pollo y cerdo, ojalá en costillitas. Trae, además, una buena yuca, mazorca, arepa y papitas criollas o saladas (bien pocas por estos días). Es un plato insignia nacional no solo para los fines de semana, sino hasta para fiestas de primera comunión, bautizos y hasta la Navidad. Mejor no hablo más pues de solo pensarlo, me da hambre de nuevo.
Y es que, la verdad sea dicha, en ocasiones uno tiende a no extrañar lo que da por sentado, lo que se vuelve paisaje. Solo hasta que alguien nos sacude, nos reencontramos y valoramos lo maravilloso que es nuestro país. Un amigo argentino me decía en estos días que nosotros no nos damos cuenta de lo que tenemos, ya que cada rincón que conoce de nuestro país es una joya de paisaje, de exuberancia entre nuestros climas y un tesoro gastronómico por descubrir.
No se equivocan publicaciones internacionales cuando nos ponen entre los cinco países más hermosos del mundo, y eso se debe a nuestra gran diversidad natural, a cada uno de nuestros paisajes y ecosistemas, y a que además somos un país rico culturalmente. Yo agregaría siempre a estos argumentos nuestra comida, que cada vez se gana un lugar más importante en la agenda internacional. Eso es lo que necesitamos: más turismo gastronómico, mayores exportaciones de los productos de nuestro campo, y más capacitaciones para toda nuestra cadena productiva.
Así, lo que comenzó con un delicioso chicharrón para celebrar un regreso, nos llevó en un instante a recorrer este país que amo como en una historia gastronómica. Estoy segura de que todos tenemos inagotables anécdotas para contar en torno a la comida de Colombia: recetas para compartir, platos que remiten a lugares únicos, y personas maravillosas dispuestas a encantar a propios y extraños con una sonrisa y un nuevo sabor en cada ciudad o pueblo en este hermoso territorio.