¿Por qué nos cuesta tanto conocer y probar? ¿Qué es lo tan particular de dejar de preparar el mismo arroz con el mismo pollo? Se llama monotonía, viene cargada de un poco de pereza, falta de tiempo y costumbre. Pero, ojo, porque es ¡contagiosa! Está identificado que no solo nos pasa en la mesa, sino hasta en la cama.
El picante, la creatividad y la destreza solo la dan años de experiencia, es eso que nuestras mamás llaman «cancha» y se logra cuando uno decide meterle la mano a profundidad a la nevera de la casa y se propone conquistar a todos con su comida.
La nevera es como el clóset, esos temidos espacios que generan más preguntas que respuestas en el afán, pero donde siempre debe haber unos elementos básicos. Esos productos que siempre salvarán el día pero de los cuales no se puede depender para todo, porque se le aburren. Los diez artículos eminentemente salvavidas en su nevera le permitirán hacer delicias: un poco de mantequilla, tomates frescos, cebolla, ají, ajo, cilantro, tomillo, algún queso y limón siempre harán que su vida en la cocina sea mágica.
Pero para que la magia se dé, además de los básicos dese gustos. Un permiso no hace daño ni quiebra a nadie, pero sí alegra el paladar y asegura un buen plan. Desde un buen vino (los míos son los rosé) hasta un delicioso postre, usted va armando sus compras pues comer rico no es comer caro, pero sí me mantengo en que en la variedad está el placer y la mojigatería gastronómica es ¡pavorosa!
Confieso que para mí la comida y el sexo se fundamentan en lo mismo. Placer, placer delicioso, lujurioso y algo culposo porque siempre quiero un poco más de lo que me gusta. Entonces, pretender comer a diario el mismo pollo y el mismo arroz es un imposible en un país donde abundan las frutas, verduras y productos que nos alegran la vida en un solo mordisco.
Glotonería, golosería, gula o como lo quieran llamar, nos llena el alma, el corazón y me valida la teoría popular de que «la química orgánica es lo orgánico de la vida.» Así que ¡a gozar a pierna suelta! Y con disposición de saborear cada bocado que la vida nos ofrece.
Hoy quiero recomendarles dos restaurantes que pueden ser el plan B si definitivamente no se atreve a abrir la nevera:
Astrid y Gastón: un clásico peruano en la Zona G de Bogotá. Me impresionó volver después de mucho tiempo y encontrarme con el sabor peruano intacto y la calidad y calidez de su equipo humano. Ceviches y causas siempre serán la mejor opción, pero imperdible el cochinillo. Si les quedan aún ganas de más sabores del Perú, no se pierdan el suspiro.
Carmen (Cartagena) seduce. La comida es pura sabrosura pero en realidad la escapada es al bar. Donde la ciencia del mezclar (mixiología) es su bandera. Humos, oxígeno y temperatura hacen de cada trago una experiencia que acompaña la carta de entradas y donde lo imperdible son las carimañolas con centro líquido de foie gras y trufas negras. Tragos deliciosos como el Kentucky Mule y la variedad de gin-tonic.
#MadamePapita