¿Y si fuera rico?

Aquí no hay fórmula para hacerse millonarios, les hablé de algo ¡rico! Y ser rico no es tener los bolsillos llenos, sino valorar el sabor de cada cosa que nos comemos o preparamos. Últimamente he comido muy rico con lo que queda en mi nevera. Nada raro, en mi casa el mercado es como una lotería, a veces sí otras no, depende mucho del ánimo con el que llego al mercado. Y esto me llevó a preguntar entre los amigos qué los hace felices en sus cocinas. Sorpresa para mí encontrar que cada día hay más gente que prefiere comer en casa y volviendo a lo básico, a las recetas de la mamá, la suegra o la abuela.

En el mundo se llama nesting (hacer nido), y qué delicia rescatar las recetas de las casas y compartirlas. Creo que cada día y cada vez más todos buscamos una “dieta”, como llaman los nutricionistas, que se acomode a nuestros gustos o nuestros estilos de vida. Hoy la sociedad tiene tantos estilos de vida como los colores del arco iris, y eso influye mucho; tenemos desde los que pertenecen a la onda fit, en donde prima la proteína, las ensaladas y un fanatismo extraño que los lleva a evangelizar sobre lo divino y humano en lo que hay que comer o no, pasando por quienes buscan que primen los vegetales frescos, recién cosechados, es decir todo lo más orgánico posible, y llegamos hasta los que solo buscan saciar su hambre con cuanta harina, granos, y demás alimentos deliciosos, pero engordadores encuentren.

Muchos me dirán que esta variedad de clientes no es difícil de saciar, pues el mercado ha respondido al volumen y cantidad de los consumidores; pero, señores, se equivocan, no siempre se pueden comer los mismos platos, en los mismos dos lugares que nos quedan cerca al trabajo o a donde estemos, bien sea por el factor dinero, el estado de ánimo, el tiempo a la hora de almorzar, o por la razón más importante que me lleva hoy a escribir sobre este tema, NO TIENEN EL SABOR DE HOGAR, ese sabor que nunca nos cansará. La comida hecha en casa, por obvias razones, está hecha a nuestra medida, nos consiente más que ninguna, y así la nevera esté llena o vacía siempre terminaremos con el mejor plato posible en nuestros exquisitos paladares criollos, porque hasta un caldo hecho en casa (y más si le ponemos todo el amor en cada papita que se echa a la olla) sabe diferente.

Rico, rico, y para comérselo sin parar: un buen arroz con pollo, unas lentejas con salchichas, huevos pericos con pan caliente, sudado de pollo, calentado de pasta, sancocho, hígado encebollado, y por qué no, hasta una buena changua dominguera. ¡No es difícil, se los garantizo! La cuestión es abrir la puerta de la nevera con la voluntad de descrestar con una sopa o arroz sorpresa, la receta preferida de cerdo de los suegros o una pasta llena de vegetales. Amor casero es lo que requiere un cuerpo que por encima de la figura esté lleno de buena energía, por algo dicen que rico no es quien más tiene sino quien menos necesita.

Hoy quiero recomendarles un lugar donde no solo la comida es deliciosa, sino que encontrarán una mezcla particular de cultura, salud y una forma de vivir desde la comida para el alma. Hippie, en Bogotá. Un lugar donde hay una muy buena dosis de cocina saludable, artesanal y muy pura. Platos vegetarianos, veganos y para todos los gustos. Unas deliciosas mezclas de sabores y texturas, rescatando técnicas y sabores. Pollo a la sal con papitas criollas (solo llamando a reservarlo), sancocho de langostinos o la hamburguesa de lentejas son mis preferidos. A una cocina naturalmente deliciosa se suman a pedido dietas detox para quienes deciden desintoxicar su cuerpo con extractos, jugos y alimentación; clases de yoga y hasta una botica como la de las abuelas. Ustedes vivirán una experiencia sanamente deliciosa.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Mayo 18, 2017.

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