Esta semana, por momentos, he visto a mis amigos con cara de dicha, pues sus hijos por fin vuelven al colegio. Pero después los veo con pánico, hablando en el chat de los amigos, como “papitos y mamitas”. Entendí que no es una tragicomedia del Medioevo, sino la angustia propia de ese regreso a clases. Comprendí su dilema, pues el trabajo escolar de computador en casa ahora viene acompañado también de su rol de papás responsables a la hora de organizar loncheras, onces, cronogramas, idas, venidas, además de alistar un set de tapabocas que resista la jornada escolar.
Las palabras más temidas: recreo y lonchera. Es ahí donde el trabajo de estos meses debe empezar a dar resultados. Todo lo que floreció en la pandemia en proyectos de comida sana, empacada de forma fácil y responsable, pero sobre todo llena de amor para estos pequeños, debe mantenerse ahora que vuelven lentamente a la muy temida “nueva vida normal”. Reconozco que es un desafío la decisión de enviarlos o no, pero también sé que ¡es lo que nos tocó vivir! Entonces, manos a la obra, y empecemos por devolverles la creatividad, las sonrisas y la nutrición a nuestros pequeños.
Definitivamente lo que no podemos hacer es echar en saco roto lo logrado: la comida casera, las elecciones que con un buen mercado se han podido hacer, el entender que la alimentación con amor quizá es más dispendiosa, pero que se ganan cientos de toneladas de salud, amor y un nexo indestructible. A eso se suma no solo lo que cocinamos sino lo que compramos, para que haga parte de la canasta familiar.
Las loncheras de hoy sin lugar a dudas deben tener ese ingrediente consciente, y tengo fe de que sea así. No podemos volver a llenar de químicos y comidas plásticas a los niños. Hay que lograr equilibrar la economía, la inmediatez y el afán de salir del paso con algo de comida casera, la elección de productos alternativos y estudiar más allá de una concreta etiqueta. Eso nos da, además, la seguridad de saber que estamos haciendo las cosas bien.
Como les he contado en otras columnas, la pandemia no solo ha traído complejos problemas a nuestra sociedad, sino oportunidades creativas y grandiosas con nuevos sabores que impactan positivamente a hogares que gracias a esto han visto salir a flote su compleja economía. Por eso, quiero recomendarles hoy un premio que me doy todos los días, pues, aunque no paso por el estrés diario de ser madre digital, el computador cansa y el ánimo cambia. @achiraselrecreo, un proyecto gastronómico de la ciudad de Fusa, gozaba de las bondades de las paradas religiosas de todos aquellos que con hambre buscábamos estos bocados para llevar a casa o simplemente comerlos durante el paseo. Ahora, las clásicas achiras colombianas han llegado a mi vida con una nueva versión (para mí): rellenas a veces de arequipe y otras de bocadillo, que junto a un buen café fresco son un pecado mortal. Habrá puristas gastronómicos que piensen que es terrible, pero para mí el bocadillo es sagrado en cualquier presentación, y esta mezcla con achiras frescas hace que mi día sea un poco más feliz. Gran dato: las envían a todo el país frescas y perfectamente empacadas.
Y ya que estamos viendo cómo volvemos a esa nueva realidad, también quiero recomendarles, para los más pequeños y para nosotros los adultos, @lanegritachevere. Este emprendimiento llegó a mi vida gracias a Yoda, el gran maestro jedi de Star Wars, y sus tapabocas y accesorios para el pelo han sido un hit. Los tapabocas son un lujo cuando lo que uno quiere es respirar, combinar y gozarse su tapabocas. Las bandanas, cauchos y lazos son espectaculares.
Como ven, se les tiene de todo un poco para esta nueva vuelta al colegio. Estoy segura de que la angustia del virus se irá transformando en tranquilidad paternal al verlos sonreír y ser personas capaces de enfrentarse a este desafío que les robó varios días de amigos, parques y fiestas infantiles.