





Boyacá jala en mi familia, y con todo el corazón. Mis abuelos maternos y paternos tienen raíces muy profundas en Tunja y Monguí, y la vida me premió con tíos que decidieron sembrar en ese departamento, tierra que mezcla verdes paisajes, pueblitos pintorescos que son un privilegio visitar, y gente trabajadora, que cuida el campo. Sin hablar de su gastronomía. Madame Papita nace, y lo digo con orgullo, gracias a toda la papa que he comido, a los cultivos conocidos y a las muchas recetas de la región que me nutren. Por eso, siempre será una dicha decir que hay algo boyacense en mi tragón ADN.
El corazón de Sotaquirá, municipio que comparte con Paipa la denominación de origen (DO) del famoso queso –historia que contaremos en una próxima entrega-, esconde un tesoro que combina sabiduría ancestral con innovación sostenible: @macanifinca. Más que un hotel, una invitación a sumergirse en una vida armoniosa con la naturaleza, en la paz que genera la unión entre humano, campo y sus ciclos propios de producción. En tiempos donde la desconexión con el entorno es evidente, Macani se convierte en un santuario donde tierra, gastronomía y respeto por el ecosistema crean una experiencia única.
Aquí el equilibrio con la naturaleza nace desde su concepción, al ser diseñada bajo principios de la permacultura, asegurando una mínima invasión del hombre en el proceso productivo. La huerta no es un simple adorno, es el corazón del lugar, donde se cultivan los alimentos que serán la base de la alimentación durante su visita. Acelga, brócoli, alcachofa, frambuesas, y moras se autorregulan y se producen sin químicos, y se logró un cultivo de duraznos dorados con 70% menos de químicos que en la agricultura convencional. Este es, quizás, el mejor plan de la experiencia: ir con canasto a cosechar lo que van a comprar.
La propuesta va más allá de la producción sostenible, pues honra el trabajo campesino y desafía paradigmas, al demostrar que es posible generar alimentos de calidad sin agredir al entorno. Cada ser vivo de este ecosistema tiene un propósito, y forma parte de un engranaje perfecto, donde el respeto por la biodiversidad es la norma.
Este balance también llega a la cocina. La gastronomía de Macani está basada en la conservación de la identidad local. Cada plato cuenta una historia, resaltando los sabores de la región. Su menú usa exclusivamente productos de la región, garantizando que sean frescos, locales y de temporada. Aquí funcionan muy bien las redes de productores, pues la carta logra que quien trabaja cerca sea proveedor del proyecto. Alimento que no se produce en la finca, se obtiene de campesinos vecinos, fomentando el comercio justo y evitando el uso de insumos no endémicos.
Comer ahí es una experiencia que trasciende el simple acto de alimentarse. Sus platos mezclan sabores auténticos de Boyacá con una filosofía que prioriza lo natural sobre lo industrializado. Si me preguntan lo mejor de la carta, les digo que prueben todo, venciendo el miedo a lo desconocido, para disfrutar de un trabajo hecho con el corazón y los saberes ancestrales de la región.
Macani no es un hotel común. Espacios diseñados para integrarse al paisaje ofrecen la oportunidad de desconectarse de todo. No hay televisiones, por ejemplo, para sumergirse en un entorno de paz, donde la banda sonora la cantan vacas, cabras y pájaros del entorno. Cada plan se siente como un respiro profundo, donde la relación campo-visitante es indescriptible, bien sea al recorrer sus jardines, disfrutar de juegos de mesa o de lectura en la terraza, participar en experiencias de bienestar, o visitar las cascadas o sitios emblemáticos cercanos.
A eso se suma la visita a las gallinas ponedoras para recoger los huevos del desayuno; las clases de apicultura para entender la importancia de las abejas en la vida de los humanos y dar tetero a las ovejas. De las muchas experiencias mis favoritas fueron preparar indios sotaquireños y queso Paipa desde cero, manteniendo el proceso de denominación de origen.
Con más de 400 especies de alimentos creciendo en toda la finca, Macani es un recordatorio de que la tierra nos provee todo lo que necesitamos, si aprendemos a respetarla. La invitación es clara: volver a lo esencial, valorar el trabajo campesino y recordar que estamos llamados a proteger el planeta.
Último hervor: ¿Se acuerdan de la célebre frase “cuide su voto”? Solo puedo decir que vamos de mal en peor entre los que se retiran para hacer campaña, los que crean la receta perfecta para que la corrupción siga su marcha imparable, y los que calientan puesto sin pena frente a los resultados. Empezamos la época de campañas políticas. Dios nos agarre confesados y haciendo seguimiento a los cuentos chinos que nos echaron.
#MadamePapita
Madame Papita en X: @Gutierrezlinama