La cocina es un lugar de encuentros y de historias, de heredar conocimiento, procesos y mucho tejido sociocultural. Hay cocinas famosas en el mundo por tener un vínculo particular con la historia, y en eso los italianos sí que son expertos. Varios hemos crecido con historias en torno a las mesas de las nonas (las abuelas en italiano), llenas de platos abundantes, salsas que hacen guardar un pedazo de pan para terminar el plato, y el toque de queso parmesano que siempre termina el plato de manera ideal.
Colombia no es un país que brille por el consumo de pasta. Por el contrario, nos gusta más el arroz y la papa, que sentimos más cercanas. Pero los que consumimos pasta, si de verdad nos gusta la buena, ya hemos aprendido que debe mantenerse al dente, no puede volverse un mazacote, y que mezclarla con la salsa prevista siempre potencia su sabor.
No hay casa que no haya celebrado un momento importante con el clásico colombiano de pasta con pollo, una buena lasagna o un plato de raviolis. La pasta no solo es solo un gran plato, también es una cura para el alma y la debilidad. No hay niño enfermo al que no le hayan dado sopa de fideos y pollo o pasta “al burro” para mejorar.
Los italianos son un gran ejemplo de lo que es un mesa buena y sana. La teoría de que la pasta engorda es bien difícil de sostener cuando se revisan los indicadores de salud y longevidad de esta población a la que, además, la dicha acompaña y la tradición alimenta. Fieles a sus raíces, rescatan para el mundo que el cilantro no es perejil, y que para cocinar la pasta no hay que poner aceite en el agua.
La pasta es un arte, desde su fabricación hasta la hora de sentarnos a la mesa. En muchos casos, sigue siendo un trabajo que se hereda en las familias para no perder las recetas, y que cada día encuentra producciones más elaboradas. Hace poco me encontré en redes sociales @giannipastas, y me llamaron la atención sus nidos, que eran perfectos como los que veía yo de niña. Hacía mucho tiempo no me identificaba con una foto, así que de inmediato me levanté y preparé algo rápido, mientras ubicaba lo que, pensaba, era un pequeño emprendimiento.
La sorpresa fue maravillosa, pues encontré una producción de pasta artesanal con las mejores materias primas, en pleno corazón del barrio El Polo, en Bogotá, pero con despacho a todo el país. Su producción diaria garantiza la calidad de una amplia oferta: uno encuentra raviolis, lasagnas y salsas recién preparadas, y para llevar también pasta seca al huevo. Y si se dejan llevar, tendrán la comida de toda la semana lista para preparar.
Mi abuela diría “no es una pasta cualquiera”. Es una pasta con más de 50 años de historia, de elaborarse con el corazón italiano y mucho tesón colombiano. Ahora se apoya en tecnología de punta, pero sin abandonar la mística que siempre ha tenido. El resultado es un emprendimiento que hace creer que las oportunidades en la cocina son infinitas, y que las recetas del libro eterno siempre tienen posibilidades de resurgir. ¡La pasta sí es un negocio de familia!
Último hervor: Llegó Semana Santa, el mercado se ha subido un poco, pero hay buena oferta de pescados y mariscos, y listo también está el pescado seco de rigor. Fundamental revisar la calidad de la pesca, para evitar un calvario por intoxicación.