Palpito…

Confieso que palpito cuando me siento a la mesa y veo comer a la gente con gusto, saboreándose cada bocado. Por eso, no deja de parecerme raro que, hoy en día, es difícil encontrar un comensal que no pida cambios, modificaciones y medias porciones cuando ordena su comida. Es enloquecedor oír en una mesa de cuatro cómo el menú se convierte en una colcha de retazos, casi siempre bien dispares.

Pero más allá de eso, reconozco que la comida es mi motor de vida. Puedo decir que en los últimos dos meses tuve que cambiar mi alimentación radicalmente, pues la vida sí dependía de las porciones, los sabores y lo que hiciera feliz a mi compañera de mesa. Hace unas semanas les decía que la comida sana y es claro, no es refutable, y es la meta de muchos médicos: encontrar el punto intermedio entre las necesidades médicas y la realidad del paciente.

No podemos negar que comer es quizás uno de los mejores placeres de la vida. Es un momento mágico en el que el cerebro, ese órgano perfecto que sabe lo que nos genera placer y lo que nos causa sentimientos de disgusto, cambia de velocidad y se dispone a activar todos nuestros sentidos en torno a ese bocado que tanto esperamos. No es mentira. Estoy segura de que a muchos nos pasa que solo con el olfato sabemos qué servirnos y qué no, para no tener un lío mayor.

Nuestros sentidos son nuestro mayor tesoro o nuestro peor monstruo, depende de cómo lo queramos ver. Lo que los ojos ven no siempre es lo mismo que nuestro paladar apetece, y nuestra cabeza, que es el cajón de los tesoros cuando hablamos de nuestra memoria gastronómica, codifica a otra velocidad. Cabeza y corazón son el complemento perfecto, la mezcla ideal a la hora de cocinarnos y crecer con cultura gastronómica.

Yo no puedo vivir sin que el corazón palpite, sin sentir que cada olla lleva un pedazo de alma y de historia. No tolero los alimentos que vienen en sobres ni los sabores mentirosos, y mucho menos los productos con cara de cartón. Me gusta el pan amasado de verdad, ojalá con bastante queso, las sopas con tantico de cilantro, cebolla larga y verduras. Las salsas hechas en casa y las mermeladas con las frutas que hay.

El corazón, decía mi abuela, es la razón de la existencia. No hay un solo cocinero o chef exitoso en el mundo que no hable de su pasión, de sus experiencias con las historias y hasta con las familias y es por eso que no podemos dejar de vivirlo. Palpiten, vivan, disfruten y nunca dejen de sentir la dicha de comer como parte vital de la construcción de una memoria llena de sensaciones, sabores y mezclas que llevaran para siempre en su memoria.

Quiero cerrar con algo que, a pesar de estar lejos de la cocina, por estos días me hace palpitar y recordar el #amorbonito del que les hablé hace unas semanas. Esta semana se estrenó la segunda temporada de Pálpito, donde mi querida @anavitrola volcó su corazón, su pasión y todo su talento. No les diré si es buena o no, pues no puedo ser objetiva. Simplemente las invito a verla, y tal vez las haga palpitar a ustedes también.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Abril 20, 2023

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