Enero: ¿Salto al vacío?

Ya está por terminar el primer mes del año y es imposible no hablar del barrigazo de entrada al 2023. Fue un aterrizaje duro entre la cifra de inflación, que llegó al 13 %; ese primer mercado de regreso a casa, que era casi el doble del costo del de diciembre (y eso que ese tenía golosinas navideñas); y la llegada de las listas de útiles escolares, que ahora parecen más de mercado pues incluyen hasta artículos de aseo. Estas monumentales listas de útiles hacen que quienes las buscan se asemejen a una papelería ambulante. Como diríamos coloquialmente: pintaron la cancha y la pintaron fuertemente.

El tema de todas estas subidas se convirtió en el común denominador de las conversaciones de la familia y amigos. Difícil seguir pagando más de una salida a la semana a comer, pues los precios van como en subida al Everest. Las loncheras se ajustan más a comida producida en casa, y eso que aún estamos a la espera de los nuevos impuestos que puedan sumarle a cada cuenta, a cada servicio, a cada ítem vital para vivir.

Mi paso por la plaza fue un poco desalentador. Solo oí quejas de los compradores que, en tono airoso con los vendedores, reclamaban con ceño fruncido que “todo tan caro y usted que no da descuento”. Pero nada lejos las respuestas de los tenderos, a quienes uno escucha con atención hablando de cómo la gasolina, las carreteras y el invierno los ha golpeado profundamente, llevándolos a tener que repensar qué venden, pues no hay plata para tanto surtido.

Luego de este análisis, subí por un suculento caldo, y las angustias caminaban rampantes a mi lado: los clientes han disminuido, las cuentas crecen y el fiao está cada día más escaso. Las preocupaciones son las mismas: ¿alcanzará para el mercado y para el día a día, o la primera afectada será la olla? Una angustia válida, pues hay que tratar de garantizar lo básico y seguir con lo que demanda la vida.

En Colombia rara vez pensamos en comer según la temporada de producción, ya que vivimos en un país donde, gracias a Dios, el año entero hay de todo un poco, mal que bien. Producimos, rotamos, importamos y tenemos una despensa propia que nos permite comprar con algunas variaciones de precio. Pero a la luz de que lo que estamos viviendo, la compra diaria o el mercado de la semana, sin lugar a dudas, girará en torno a lo que nos llegue y al valor con el que lo consigamos.

Enero siempre es el mes más difícil para todos. Hay que volver a las rutinas laborales, los estudiantes empiezan a regresar tanto colegios como universidades, y el acceso garantizado a una mejor alimentación será el detonante para la calidad del proceso de aprendizaje de todos. Entrar en pánico y saltar al vacío no es la fórmula mágica, pero es la sensación que hay en la calle ante la subida estrepitosa de los costos de la vida.

La bolita sigue estando en priorizar y aprovechar hasta el último pedazo de nuestros alimentos. Hay que fortalecer las redes de producción y, hoy más necesario que nunca, tener claro cómo comprar para garantizar lo que vamos a cocinar.

Eso implica un ejercicio importante a la hora de pensar la comida de la semana, para optimizar lo que compramos y sacarle provecho a cada hoja, tallo, raíz o grano. Y claro, no podemos olvidar, seguir fortaleciendo la lonchera o la coca para llevar o para congelar, y así reciclar y reaprovechar más adelante en la semana. Pensar ya no en el diario, sino quizás con tres o cuatro días de avance, garantiza que haremos un uso más amplio de lo que tenemos, mermaremos lo que se puede dañar en la despensa, y así vamos estirando la plata para el mercado, para que alcance y sigamos garantizando las sonrisas en la mesa familiar.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Enero 20, 2023

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