Yo creo que a muchos nos pasa: cuando queremos traer al presente los recuerdos de la casa o de los pechiches de la abuela, no encontramos manera más rica que hacerles un homenaje con una buena sopa, llena de saborcito de hogar. Y es que si uno está enredado en la vida, enfermo, o simplemente necesita una dosis de calor casero para estar bien, las sopas son el mejor recurso. Tanto nos marcan en la vida, que son nuestro primer alimento cuando pasamos de la leche materna o el tetero a la comida. Son, sin duda, el vínculo más importante a la hora de empezar a meterle sustancia al paladar de los niños.
En cada familia existe un tesoro invaluable: las recetas de las sopas, caldos o mejorales, como les decían a algunas en mi casa. Las sopas son y serán el mejor bocado para definir culturas y retomar las clases de historia en cualquier viaje por Colombia, ya que ellas guardan las raíces fundamentales de la cultura gastronómica desde tiempos inmemorables.
Cada región tiene su sabor, que esta incrustado en la tradición de todo pueblo o zona que visitamos. Pero, generalmente, nos gustan las sopas espesas, donde la porción de arroz es un buen acompañamiento, y si van con ají, mejor. Caldos con bastante papa o yuca, con sustancia de costilla o de pescado, el infalible sancocho trifásico, sopas de colicero, arroz o conchitas, son algunas de las que pasan por mi cabeza cuando tengo que pensar en un almuerzo completo. Esas son las sopas que me transportan a mi infancia y a recuerdos llenos de nostalgia y también de corazón.
A ellas se han sumado las sopas “levantamuertos”, que no solo curan una gripa o un dolor de estómago sino hasta el guayabo. Y no hablemos de las tristezas, pues no hay una que no pase con una gran cucharada de un buen potaje. Hasta para eso sirven las sopas: para pasar las penas.
Uno puede pasar el día a punta de sopas: desayuno con changua, que si bien no como tengo varios amigos en su club de fans, almuerzo con sopa de platanitos y comida con un caldito, ¿qué tal ese esplendor? Y es que yo si no puedo pensar mi vida sin una sopa de por medio. No me la cambien por papas fritas o un huevo en el almuerzo, ni me la barajen porque el vecino le saca la lengua, como Mafalda. Que levante la ando el que no haya disfrutado un buen mote de queso, mondongo, rondón (rundown), sopa de frijoles, cuchuco con espinazo, mute, mazamorra chiquita o guandú… Podría seguir enumerando sopas colombianas, pero el apetito solo iría aumentando.
Nuestra cocina es rica en sopas sabrosas, sustanciosas, que desvaran y nutren nuestro cuerpo y alma. Por eso serán siempre la mejor y más sustanciosa opción. Y eso fue lo que vieron los creadores de Zupa Foods (@Zupafoods), un emprendimiento gastronómico que nació en la pandemia buscando apoyar a personas que necesitaban alimentarse de una forma saludable, consumiendo vegetales y proteínas frescas, pero sin aditivos ni gluten. Como ellos mismos dicen “más que alimento, Zupa es medicina hecha con amor”.
Su objetivo es “democratizar la comida saludable, de una manera rápida y balanceada”. Y lo lograron, porque cuando se está enfermo o se tiene mucho trabajo, no hay mucho tiempo para cocinar, picar tantas verduras y preparar algo rico y sano. Por eso, amé su caldo de huesos, que bastante usan actualmente para dietas, fondos o para regular la alimentación; la sopa de tomate y la verde, que ellos llaman antinflamatoria. Todas están llenas de sabor, y además se les puede agregar cosas en casa, desde quesito y tortillas hasta maíz. Mención aparte merece la reina de Zupa: el ajiaco, con el cual nos arreglaron el almuerzo de muchos días al mes, pues es fácil de llevar a la oficina y de calentar.
No olviden echarles un vistazo a los batidos, en especial el tropical, el reductor y el detox. En ellos encontré la mejor medio mañana, pero también recomiendan tomarlos en ayunas, para mejorar el sistema inmune, la digestión y aprovechar sus efectos antinflamatorios.
Como sea y donde sea, a tomar sopita, a calentar el alma y a comer rico y con mucho sabor, que en eso también está la delicia de vivir.