Efecto primer mes del año

El año empezó con un dinamismo y fuerza que no sentía hace mucho tiempo. No se si la falta de feriado del primer día del año, la cantidad de trabajo represado o las ganas de salir del letargo de la pandemia me llevaron derechito a sentarme en el computador a calcular menús y proyectos y a poner en práctica las primeras recetas para que este 2022 esté sabroso y muy gozoso, pero cero peligroso.

Reconozco que me fui por lo más tradicional en estas fiestas: con la familia muy guardados, cena tradicional de aquellas que se hacen con tiempo, con remojo de días y mucha fé para lo que venía, tanto en lo que llegaría a la mesa como en el comenzar nuevos retos, en ese borrón y cuenta nueva que nos da licencia para respirar y volver a empezar. Eso sí, el primero de enero, con permiso de todos, no fue mucho lo que hice fuera de ver series y comer calentado de la noche anterior. Sin lugar a dudas, siempre será la mejor comida de todas ese recalentado con un par de huevos y una tajada de aguacate.

Llegó la primera semana y como volador sin palo volvimos a la vida. Esto fue como aterrizaje en plena tormenta y sin el cinturón apretado. Pero para mi felicidad encontré las plazas llenas de productos frescos, flores coloridas y abriendo en su esplendor y muchos cambios en los precios. El año no solo llego con proyectos sino con el apretón del cinturón pues las cosas subieron. Los lácteos, la carne y determinados gustos, más que otras cosas, dejan ver que será un año donde las matemáticas y la gimnasia financiera estarán a pedir de boca. A todos nos da duro al bolsillo, pero toca por el bien de toda la cadena de suministros y, sobre todo, por el de nuestra gente del campo.

Mientras tanto, caí redonda en la mentalidad de también cerrar la boca y volver al ejercicio; pero eso sí, no volví a la dieta estricta. Esta Papita ya está grande y no cae redonda ante tanta promesa que en diciembre no habré cumplido. Volví a la dieta de lo que hay, bien cocinado y perfectamente medido. No sé si pasar estas fiestas con mi mamá me organizó más aún, pero si sé que hacer planeación de qué comer en la semana me ayudó a perder peso, organizar mi coca de la oficina y no desperdiciar nada en la nevera.

También cumplí cabalmente con el cuidado de mi huerta. Deshierbe, podé, recogí y ya comencé, si el clima me deja, a sembrar nuevas plántulas. Las heladas han sido duras y aquí donde vivo no es que llueva mucho. Por ende, el riego para que no se quemen ha sido importante. Como ven voy cumpliendo, con las uvas y los deseos, con tener un poco más de espacio para trabajar en la cocina y lograr producir algo de lo que como.

Donde sí empecé perdiendo el año, y a lo que no le veo solución, es a comerme los postres tradicionales colombianos. Saqué todo lo que tenía en la nevera, hice dulces de cáscara de limón, mermelada de fresa, una que otra torta y le compré a la vecina natilla y cuajada. La dicha de esos bocados dulces no hay plan de mejora que la aguante.

Una mezcla mágica entre lo que hay, lo que produzco y lo que puedo compartir con los vecinos, es algo así como un trueque de sabores y saberes. Eso ha sido parte fundamental de lo que va corrido de enero. Además de aprovechar la soledad de Bogotá para salir a probar restaurantes nuevos o que no conocía porque no estaba saliendo mucho. Mi balance de esta quincena es más que satisfactorio. Espero poder seguir probando cosas nuevas y volver a salir. De verdad ya no aguanto más encierro. Anímense, insisto, salgan con responsabilidad y métanle el diente a esos nuevos lugares que llegaron en diciembre a alegrarnos la vida.

En mi caso llegó el Lobo Feroz literalmente a alegrarme la vida. Descubrí por una historia en Instagram de un buen amigo un lugar donde el asado que se estaba comiendo decía “cómeme”, literalmente. Me llenó la boca de un sabor que me recordaba a la comida de la casa de mi mejor amiga. Una vez ubicado en IG (@loboferozrestaurante) me sirvió -porque no aparece en plataformas de domicilio-, tres platos al mejor estilo americano. Un corte de carne ahumada (brisket), jugosa y con un sabor que como les digo me regresó a la mesa del comedor hogareño de mi amiga; una hamburguesa perfectamente armada, sin tener húmedo el pan por el domicilio y que como diferencial venía terminada con una costilla de cerdo ahumada y queso cheddar, impresionante. Unos chicharrones deliciosos también con papas criollas y limón. Realmente no hubo nada que no fuera maravilloso. La presentación es impecable para ser domicilio y, viendo su IG, amerita ir a vivir la experiencia después de lo que comí.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Enero 14, 2022.

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