Ya es tradicional que en las casas colombianas llamen a las ovejas negras de la familia, a los necios e incomprendidos, “mala yerba”. Esa que se mete entre los cultivos y opaca el crecimiento de las buenas hierbas, que son lo que más amo en la cocina: hierbas, flores, hojas, entre otras. Esas que crecen sin parar y sin importar si son las buenas o las necias.
En mi casa hace tiempo que pasamos de las bolsitas de aromáticas a tener, por pequeña que sea, una base de hierbas, que encuentro mágicas para mis pócimas y mezclas. Estas incluyen limonarias, que son maravillosas en la cocina thai pero que en agua caliente también logran darme paz; manzanillas, que me calman mis días de bronquitis y asma entre tantos cambios de clima; las deliciosas hierbas de estragón, laurel, orégano, albahaca y tomillo, que son un festival a la hora de hacer salsas y darle sabor a pollo, cerdo y cualquier carne; y el buen toronjil, digestivo y calmante en momentos en los que necesito un poco de energía extra. Creo que podría seguir con mis remedios y mezclas caseras: ¿qué me dicen del cilantro cimarrón para el sancocho o una buena sopa?
Soy una convencida de que las hierbas son el mejor botiquín casero. Entonces, como las abuelas, nunca dejo de explorar y hacer materitas por todos lados con pequeñas siembras llenas de mucho amor. He encontrado verdaderos mejórales que les dan la pelea a los mejores antibióticos, como el jengibre, que ahora tomo con agua fría o caliente. Los deliciosos trozos de este raro tubérculo, que descubrí hace años aprendiendo a preparar buenos curris y que hoy me han abierto un espectro maravilloso de usos. Por otro lado, la malva, el llantén y la violeta, que uno recuerda como los remedios caseros más usados; la lavanda, el romero y la salvia, que me las como en pastas y panes salados, y que uso hasta en emplastos, dependiendo del mal que quiera curar.
Y qué decir de la menta y la yerbabuena, buena hasta para los mojitos de sábado en la tarde. Y ni hablar del eucalipto, que en tiempos de COVID ha sido mi salvación para mejorar gripas y problemas respiratorios, y hasta para que la chimenea de un toque a montaña al hogar. No me siento médica, ni soy yerbatera: soy una persona que aprendió siendo la “mala yerba” en muchos casos en mi casa; una que aprendió a vivir y disfrutar del diente de león, la mejorana y la caléndula como los mejores aliados de mi cocina y mi botiquín; y soy de las que el 31 de diciembre siempre se bañará con las hierbas que mi mamá diga.
Y ya que estoy dedicada a hablarles de las bondades de las hierbas, quiero recomendarles un proyecto que conocí hace un poco más de un año gracias a que adopté a mi perra Trufa. Maleza (@maleza_botiquin_herbal) es un emprendimiento de la vida. Los cultivos están en su Instagram, y cada producto que sale es muestra de lo que es entender, cuidar e integrar la naturaleza a la vida diaria sanando el cuerpo, llenando el alma de olores y, además, adornando los espacios con unas velas divinas que hacen. Aceites esenciales, pomadas y tónicos hacen parte de este proyecto. Pasen por su Instagram y denle una mirada a este botiquín, que se que no se van a arrepentir.