“Ese beso de tu boca que me sabe a fruta fresca Que se escapó de tus labios y se metió en mi cabeza Ese beso con que sueño, cuando las penas me acechan Que me lleva al mismo cielo y a la tierra me regresa”. Fruta fresca, Carlos Vives.
Por estos días veraniegos (je je je, el chiste se cuenta solo), estando en la huerta de la casa en medio de pájaros y el silencio meditativo del campo, me puse a admirar la belleza de nuestras frutas, y realmente en cada una de ellas confirmo la presencia de Dios o de la fuerza creadora en la que cada cual tenga puesta su fe. La misma fe que, como dice la canción de Carlos Vives, es la sensación que produce un buen mordisco de una fruta madura, que lo lleva a uno al cielo y lo deja electrizado.
Es fantástico, y digno de aplaudir, abrir una mandarina y encontrar en cada gajo una lagrimita llena de dulce, así como espichar esas cáscaras llenas de betas y color, ese aroma que despide la piel y la dulzura de su jugo. La lista de nuestras frutas maravillosas es larga… díganme algo de un pitayal lleno de espinas y cactus, con esas frutas que en mi casa son un tesoro tanto para comerlas frescas, deshidratarlas e inclusive en tiempos donde el estómago no trabaja bien.
Cambio mi reino por un banano fresco y recién bajado de la mata, pues estoy convencida que puede ser uno de los mejores regalos que me puedan dar, o por unos mangostinos dulces y sedosos. También me tranzo por un zapote lleno de mucha carne, para hacer un buen jugo, o unos chontaduros vallunos para comer, bien sea con sal o con miel de abejas.
Cuando salgan del país den una pasada por los mercados urbanos, y vean lo limitado de la oferta de sus frutas locales, siempre atadas a sus estaciones, y aprovechen para comparar cómo se deleitan con las nuestras de exportación. Póngame en cualquier lugar del mundo nuestras uchuvas, las gulupas y mis adoradas guayabas, los bananitos bocadillo (que al espicharlos, con todo y cáscara, son una delicia para comer directamente tipo cremita en la boca), el açaí y copoazú de nuestra Amazonia (que compartimos con Brasil) y donde quieran nuestras moras, lulos, guanábanas y fresas… Todos son productos ejemplares y de gran recibo.
Frutas es lo que hay en Colombia, y solo hace falta un poco de conciencia para apreciar y agradecer: mangos, guayabas, piñas, granadillas, grosellas y corozos, todas frescas y deliciosas, que dudo no gusten a la gran mayoría de este planeta. Todas son orgullo de nuestros cultivos, y bendiciones para nuestros campesinos y exportadores.
Amo tanto las frutas que inclusive me encanta cocinar con ellas. Un buen ají de tomate de árbol, como el de @tierrabuena1 de Villa de Leyva, es digno de hacerle el viaje. Las ensaladas con mango de mi casa, y las salsas o pies de maracuyá son mi debilidad. Les recomiendo la piña asada, si no la han probado, arriésguense a volverse adictos a ella. Ahora, díganme algo de una margarita de guayaba agria, y que me maten los mexicanos, pero a mí me quedan sabrosas. Es mucho lo que hay por aprender a comer, cocinar y disfrutar de las frutas. Anímense, Internet está lleno de recetas, y el riesgo es que en casa los quieran aún más.
Hoy quiero recomendarles un sitio donde no venden frutas, pero que si tienen un producto de exportación, más colombiano que el himno nacional: @jacinta.arepasdehuevo. Llegué aterrada porque un amigo me dijo que se había comido ocho arepas en una sola sentada, y no entendía si era porque había estado en un concurso de tragones de los Guinness Récords, o porque llevaba dos semanas sin comer, o qué le pasaba por la cabeza. Luego, al probarlas, lo entendí: son tan ricas que no se puede parar hasta probarlas todas. Tostadas, con la masa justa, secas y bien crocantes… como me gustan.
Las opciones van desde la tradicional, pasando por la de pulled pork, el “marranito desmechado” que tan de moda está. Eso sin hablar de la de carne, la de chicharrón o la de pollo, y una muy particular, ranchera por la mezcla, pero que no alcance a probar. Con cuatro puntos en Bogotá, y además servicio a domicilio, no hay excusas para no darse un gran premio. Eso sí, si van a pedir, les recomiendo tener el estómago listo para comerse más de un par.