Este 2021 me sacó derecho y sin enterarme que enero pasaba. Fue tan rápido y tan normal, que seguí en una línea media entre la celebración del año nuevo y la vuelta a las largas horas de videollamadas y reuniones virtuales. Para mí, eso del 52, 53 de diciembre funciona perfecto… es decir, sumen diciembre y el tedio de enero y llegamos a los 52 días. El único poder mágico que me llegó por estos días fue la capacidad de cocinar y, al mismo tiempo, atender esa avalancha de sesiones de trabajo donde el común denominador eran las promesas 2021. El multitask pandémico está cotizado. Ya no solo fueron las temidas 12 uvas de la medianoche del 31 y las promesas inconclusas, sino que ahora la gente se puso intensa durante enero con su capacidad de hacer compromisos que parecen libros gordos de Petete, y que lo dejan a uno más cansado que el Coyote y el Correcaminos después de una persecución.
La pandemia nos trajo la delicia de la sencillez de la vida. Ver a la gente, comprarle al vecino sus cosechas y cocinar para los de la casa y los amigos. Trajo también la coca de compartir y reciclar y la posibilidad de aprender a medirnos en lo que tenemos y lo que podemos procesar. Pero, sobre todo, nos trajo la oportunidad de volver a lo básico. Los días pasan en medio de las medidas de bioseguridad y la necesidad de comenzar a tener una nueva vida, que, aunque más lenta, es una vida que nos lleva a volver a salir, a hacer compras y a reactivarnos con seguridad.
Se pasaron las cabañuelas de los primeros días de enero, que según los abuelos auguraban lo que vendría en temas de clima el resto del año. Luego llegó la quincena, comenzó a correr hacia el fin de enero y con esto la reflexión del momento: “¿qué más esperar?” ¡Cosas sencillas de resolver! Por favor, no es tan difícil: compartir, sembrar, ejercitarnos y disfrutar con los momentos familiares que nos da el aislamiento. No se lamenten más de lo que no aprendieron en 2020 ni de las lecciones de esta visita inesperada que nos tiene patas arriba. Este inicio de 2021 trae la oportunidad de retomar muchos deseos y metas que aún podemos llevar a cabo.
Compré el Almanaque Bristol y me ilusioné. Sentí que la luna, las lluvias y las semillas que me quedaron del año pasado estaban listas para mi nuevo proyecto, y este nuevo parón en seco ha sido toda una invitación para coger la pala, remover la tierra, abonarla y volver a sembrar, para arreglar las materas que en diciembre se quedaron a un lado en medio de las celebraciones, así fueran virtuales, y los días de descanso y desconexión. Las lecciones están aprendidas, de nuevo hay que volver a la tierra, no parar de apoyarnos entre todos, para que la economía no caiga, y apreciar lo esencial de este momento raro y único, pero que al fin y al cabo es vida, ojalá irrepetible, y que seguro invita a un futuro mejor.