“Con amor de mamá”, es la típica frase de cualquier madre que, durante los primeros años de vida, se dedica a alimentar a su hijo con sus propias recetas y reglas de lo que considera más sano y beneficioso para su pequeño. Mi columna de hoy, aunque parezca sencilla, pues trae otro retoño gastronómico de pandemia, es realmente el ejemplo de varias mamás que, en este encierro, les metieron números, corazón y vida a sus emprendimientos.
Hace un par de años Juliana conoce a Camilo. Luego, Camilo deja la corbata y Juliana la industria del petróleo, él se dedica a los negocios de los restaurantes, ella a ser supermamá. Se casan, llega Lorenzo y los tres, en pandemia, tienen un nuevo “hijo” llamado Klein (pequeño, en alemán). Este emprendimiento de mantequillas de frutos secos se fabrica de manera 100% artesanal y con todo el amor de estos dos papás, que desde que emprendieron su crianza tenían claro que lo que mas disfrutaba Lorenzo eran las nueces.
Almendras, pistachos, marañones y maní no se procesan como cualquier mantequilla de tarro que hay en el mercado. Entre el día a día de estar en casa, tener un espacio de gimnasio, que se está transformando en planta con una importante obra, y las manualidades propias de las clases virtuales de los niños, Juliana empaca frascos, pone lazos y, lo más importante, entrega mucho amor en cada una de sus etiquetas. Aquí no hay procesos en masa: son pocos para algunos que, como yo, siempre queremos más. Pero para ella es la producción perfecta, pues sabe que cada uno va preparado, empacado y hasta pesado de tal forma, que sus clientes terminamos siendo su mejor canal de venta, además de fans enamorados de esa deliciosa comida con la que creció Lorenzo.
Muchos pensarán que es una moda y, lo reconozco, es una moda que, aunque tarde, llegó al país, pues en el mundo lleva décadas como un producto insignia en muchos estantes. En Colombia se ha convertido más bien en un sano hábito, que nos ha permitido tener un bocado saludable cuando el cuerpo pide algo dulce y sabroso.
Sin embargo, para quienes tienen cierto miedo de probar sabores como el marañón o los pistachos, Juliana se ha dado a la amorosa tarea de hacer una “minicartilla” que, como su nombre lo indica, tiene los tips básicos para seguir dando a conocer los beneficios y buenas ideas para maridar sus productos.
Y para los más incrédulos, y para los que me rebatirán que la mantequilla solo puede ser de leche de vaca, quiero recordarles que en un proceso de normalización de nuevas fuentes alimenticias, ha ganado terreno la posibilidad de reconocer productos como Klein como una deliciosa mantequilla que, sin dudarlo, no confunde a el consumidor. Por el contrario, esa foto del corazón gastronómico de Juliana, que en algún momento le recuerda una larga temporada en Canadá, se convierte hoy en el corazón de un producto que honra los sabores que Lorenzo recordará como algo de la entraña de su hogar. ¡Que vivan los pequeños, y que podamos seguir honrándolos desde cada uno de los alimentos que les damos!