¡Es hora del pan!

Los días en casa nos han despertado a muchos el panadero y el repostero que tenemos dentro, a tal punto que en estos días estuve buscando levadura por todos los servicios a domicilio de supermercados y tiendas, y no pude conseguir ni un gramo. Les agradezco que no hayan dejado existencias porque eso quiere decir que en sus casas están disfrutando amasar solos, o compartiendo la actividad en familia. Además, es una muestra de que las tendencias de las redes sociales parecen ser reales: el Dios pan y el intercambio de recetas sí funcionan.

Por estos lados desempolvamos la máquina de pasta y han desfilado por nuestro mesón desde maravillosas lasañas, hasta espaguetis y pequeños raviolis. La pizza, por supuesto, no podía faltar, y una que otra costra para los pasteles de carne y pollo de la abuela. Eso si, quienes se metan en estas ligas deben saber que necesitan tiempo, persistencia, paciencia y “manga” (como diría mi pareja), hasta que la masa esté en su punto y los brazos estén divinos sin tener que ir al gimnasio.

Lo que más he disfrutado es volver a hacer pan: de molde, francés, baguettes, integral y con toda clase de rellenos: de frutas, chocolates, almendras y pasas. Los bananos a punto de apicharse han terminado en varias tortas y panes y las sobras del pan de la semana en un humeante molde con bocadillo y queso.

En casa, los pandeyucas son obligatorios cada 15 días en los desayunos de fin de semana y ahora, nos dio por amasar arepas de maíz recién molido e innovar a la hora de hacer waffles y pancakes con un buen syrup, unas salchichas o huevos para acompañar.

Pero les confieso que mi mayor debilidad a la hora de batir y mezclar está en hacer tortas blancas, bizcochuelos de antaño, brownies y galletas. Mi mamá tiene unas recetas maravillosas y soy feliz al ver cómo todos se integran no solo para comerlas, sino para compartir el momento de hornearlas, con un café o una malteada en la cocina. Hasta los perros babean al sentir el aroma que sale del horno.

Si es por falta de recetas no hay excusas, pues internet (Pinterest, Instagram y muchísimos otros espacios sociales digitales) está lleno de maravillosas indulgencias y la mayoría solo llevan harina, agua, algo de grasa y uno que otro ingrediente adicional, dependiendo de lo que quieran cocinar. Tampoco hay disculpa para quienes no tengan horno, pues son muchos los panes y tortas que podemos hacer en olla a fuego lento mientras que la pasta, en todas sus variedades, puede ir del corte al agua.

Para mí, amasar es un acto de meditación; allí estoy presente, sin pensar en nada, solo con la intención de que lo que estoy haciendo tenga todo mi amor en cada ingrediente, en cada minuto que invierto en ese ejercicio de entrega y creación.

Mientras espero la siguiente tanda de baguettes quisiera recomendarles un pequeño emprendimiento que va muy bien con el pan. Hace tres años, en medio de una reserva forestal llena de árboles de acacias en el Meta, nació @mielmia_, una empresa dedicada a trabajar con miel donde cada miembro de la familia tiene una responsabilidad como imitando el trabajo de las colmenas de abejas. La miel se hace en los llanos y luego la acaban de procesar y empacar en Guatavita, en una línea de producción que tiene todo el sentido.

Recientemente, a este negocio le nació una nueva “división”,llamada @LaCasadeLauri, que se dedica a desarrollar y distribuir granolas que son fruto de una suma de buenas voluntades, que dejó como resultado una mezcla de sabores y productos que solo se pueden definir como un regalo de la vida. Aquí, nueces, picanas, avena, mandarina, germen de trigo y una tonelada de amor, se unen con una receta heredada de la familia y se convierten, además, en la posibilidad de generar empleo para una persona que no pasa por el mejor momento de la pandemia. Y como el compromiso es lo suyo, también cuidan del medio ambiente, y crearon una línea de “beewraps”, un papel conservante para alimentos con propiedades antibacteriales y 100% compostable. Es una tela hechas con algodón, cera de abaja, aceite de jojoba y otros productos mágicos que se convierten en una espectacular opción frente a esas temidas películas plásticas que tanto contaminan nuestro ya sufrido planeta. Como ven, en esta colmena colaborativa, no solo se cuidan entre ellos, sino que cuidan a quienes con mucho corazón trabajan en su proyecto.

Anímense a amasar y a entregarse por estos días algo de su propia “cosecha”, amor hecho a mano.

@ChefGuty para El Espectador. Abril 25, 2020.

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