¿Qué tiene el queso que me enloquece?

En la finca de los abuelos el placer infinito llegaba a la mesa cada vez que con la leche de las vacas se podía hacer queso fresco. Ese premio en el desayuno era el complemento ideal a las arepas de maíz pelao, panes frescos de la panadería del pueblo y café o chocolate en leche fresca que hacía que mayores y chicos gozáramos cada mañana de vacaciones. A mí no me vengan con el cuento de que la leche es para los terneros, no renuncio a un buen capuchino en la mañana y menos a los sagrados quesos que cada vez son más variados.

La variedad de quesos nacionales ya no tiene nada que envidiarles a los importados, cada día los quesos artesanales locales tienen mejores sabores y productos excelentes. Los sabrosos quesos de búfala con sus mozzarellas en todos los tamaños son una indulgencia maravillosa. Los de cabra de muchos lugares del país y uno que me derrite, literalmente: el queso siete cueros del Meta o su versión momposina me enreda la vida y el paladar de emoción.

Por donde uno pasa, por cualquier rincón del país, siempre hay un bocado con un buen pedazo de queso. Plátanos rellenos de bocadillo y queso, quesillo en hoja de plátano, yuca hervida con queso costeño rallado de desayuno, carimañolas, quesillo fresco y hasta cuajada. Por donde lo piensen, el queso es un mordisco de felicidad.

Uno de mis placeres de carretera está en parar en el alto de la arepa en el Arrancón de Eucaris y comerme una arepa paisa hecha a mano (se le nota en la forma y el sabor) con quesillo fresco y una agua de panela caliente o fría, dependiendo del clima y la hora de mi paso por el palacio de la buena bandeja paisa, los frijoles y chorizos.

Pero además de comer queso de vaca, cabra o de búfala, últimamente he conocido delicias de origen vegetal. Me tiene enganchada, en temas de quesos, la versión del cheddar u holandés que están haciendo varios locales a base de almendras, que además de sabroso derrite delicioso. Pero también he visto que la variedad de tofus y quesos sustitutos para veganos es cada vez más popular en los mercados nacionales. Aplaudo y le doy la bienvenida a la incursión en el mercado de opciones para quienes son intolerantes a la lactosa.

Para este fin de semana les quiero recomendar un lugar, además del Arrancón de Eucaris, donde el queso juega un papel fundamental.

Emilia Romagna: Varios años ya en La G de Bogotá, este clásico (para mí) italiano vale la pena visitarlo cada vez que el antojo es bárbaro. En un juego perfecto entre productos locales e importados, este rincón con sabor italiano deja la barriga llena, el corazón contento y un millón de antojos para volver. Recomendados los antipastos y quesos, una excelente idea para compartir con un vino de la cava; un excelente primer plato sería un risotto de espárragos y si aún queda con hambre, anímese al vitello melanzane, clásico lomo de ternera con tomates al horno, berenjenas y mozzarella de búfala.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Noviembre 16, 2017.

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