Endúlzame la vida

Somos un país melcochudo y lo sabemos. Nos encanta el abrazo espichado y el beso en el cachete, con o sin motivo. Nuestra herencia gastronómica desde tiempos inmemorables está asociada a la azúcar, a la caña, a esos inmensos cultivos que embellecen el Valle del Cauca y algunos lugares de Cundinamarca y que, en su proceso de transformación, no solo nos dejan una pecaminosa azúcar, sino una deliciosa panela.

A todos de niños nos dieron agua panela, fría, caliente o con leche, pues no solo quita la sed, sino que mejora cualquier resfriado. Granulada, rayada, en bloque, hay panela para todos los gustos y todos los bolsillos. Pero más allá de los beneficios en la canasta familiar y de ser parte fundamental del botiquín de la abuela, la panela es fuente de energía no solo para los niños antes de salir al colegio, sino que es bendita para nuestros ciclistas, quienes con fervor ponen un pedazo de este mágico energizante natural en sus bolsillos antes de salir a pedalear las cumbres de este país.

Pero si tienen dudas de la importancia de la panela, se los resumo así de sencillo: ¡tiene su propio reinado! En enero las fiestas de la panela son en Villeta, disculpa no solo para coronar a la reina panelera, sino para reunir a productores y glotones comedores, que disfrutan de los nuevos desarrollos de la industria.

La panela tiene varios nombres en las cocinas del mundo: “pepa dulce, panelón, piloncillo, raspadura de guarapo, atado dulce, tapa de dulce, o chancaca”, canciones, y hasta poemas. Pero lo más importante es que en la cocina nos ha abierto el espacio para crear desde las mezclas agridulces productos deliciosos y de fácil preparación. Quizás una de las recetas más recordadas por todos es el pernil de navidad. Que, sin dudarlo, logra ese color dorado y ese sabor delicioso de la “costra” cuando le rallamos bastante panela y lo llevamos al horno.

¡Panela es panela y lo demás es cuento! Anímense a cambiar el azúcar blanca de vez en cuando y apuéstenle a este delicioso producto nacional, les prometo que les va a encantar.

Hoy les quiero recomendar un restaurante nuevo en Bogotá y un plan para grandes y pequeños a la hora de cocinar.

Lorenzo, El Griego (@lorenzoelgriego): Su nombre lo dice todo, deliciosa comida griega en el corazón de Bogotá. Un pequeño lugar con mucho ambiente y excelente música, se ha convertido en punto de encuentro de todas las generaciones a las que les gusta ese sabor mediterráneo de olivas y queso feta. Productos frescos expuestos al natural como la oferta de la pesca del día, platos esenciales llenos de sabor y texturas hacen que la experiencia valga la pena de ser repetida. Imperdibles las papas a la griega que con un mordisco me dejaron la boca llena de sabores y recuerdos; los dolmades calientes (hojas de parra con carne y especias) y el orzo.

La Despensa del Alma (@ladespensadelalma): Aprender a vivir en el presente, enfocados en nuestras sensaciones y experiencias, hacen de las clases de cocina y mindfulness de La Despensa del Alma, un espacio mágico para niños y adultos. Cocinar, experimentar y saborear en torno a recetas que despiertan el paladar y la creatividad de quienes se arriesgan a tomar este maravilloso taller. Pero si además necesitan bocados dulces o de sal, en la Despensa les solucionan el plan con productos de pastelería deliciosos y frescos.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Noviembre 2, 2017.

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