Un poco de sal, agua, cilantro y hueso hacen el mejor caldo base para una mañana de guayabo o para una noche fría. Ese caldito se ha convertido, no solo en una necesidad deliciosa, sino en una opción de creatividad y alquimia de la cocina.
Pero no voy a hablar más de las deliciosas sopas; el caldo de cultivo de hoy va por el camino de los consumidores digitales. Yo entro a un restaurante, y lo confieso, soy insoportable con respetuosas fotos y anotaciones en servilletas. Enloquezco si me quitan la carta, pues con mucho cuidado valido los productos y las notas.
Respeto mucho las relaciones en primera persona, en mirar a la gente a los ojos, en vivir conversaciones apasionantes del día a día pero también defiendo a capa y espada a quienes de alguna manera tenemos una relación importante entre lo que comemos y compartimos con comunidades digitales. Así como muchas personas se quejan y hablan de restaurantes especializados en que la gente se reconecta con lo simple, también los conectados tenemos derecho a contar historias. Lo que me enreda un poco esta defensa es esa confusión entre crítico constructivo y verdugo.
Las redes sociales se han convertido en un patíbulo de restaurantes; cualquiera ante una mala experiencia no acepta la diferencia, inmediatamente destruye sin parar, arma un incendio y, lo más sencillo, deja así.
Como se han dado cuenta, en este espacio no hay cabida a dar palo; hay una ventana para productos muy buenos y llenos de apuestas gastronómicas arriesgadas. Pero destruir por destruir, no cabe. Temo mucho al rótulo de foodies o dioses iluminados de la crítica; esto es tan subjetivo como el reconocer un buen vino que seguro para mí es bien distinto que el que cada uno de ustedes elegiría.
No estoy en pro de los selfie sticks, de fotos invasivas, de irrumpir en la tranquilidad del vecino; estoy en pro de construir comunidades que puedan fomentar el crecimiento de la oferta y la sana competencia. No hay nada más íntimo y coqueto que ver una foto y sentir la imperiosa necesidad de salir corriendo a buscar ese delicioso mordisco de gloria que nos han recomendado en Instagram, Twitter, Facebook o en apps especializadas.
Hoy quiero recomendarles aplicaciones digitales que de seguro les servirán, no solo en Colombia sino en el mundo, para encontrar lugares increíbles, hacer compras y conocer más de este delicioso mundo gastronómico.
TripAdvisor: Restaurantes de todos los tamaños, cartas y servicios hacen de esta plataforma una de la más completas. Pueden evaluar, recomendar y compartir fotos. Contarán con una guía básica de ubicación y con la posibilidad de recibir más información de otros usuarios, si es que lo quisieran.
OpenTable: Reservas en línea, evaluaciones, críticas de comensales y un sistema de puntos por reservas y aportes hacen de esta aplicación una de las preferidas a la hora de buscar mesa en los restaurantes más exclusivos del mundo. Sencilla e intuitiva, OpenTable es una super app.
Rappi: Una integración digital colombiana para el mundo. En esta plataforma usted no solo puede comer a domicilio en el restaurante que quiera en Bogotá, sino que puede hacer mercado, tener siempre un mensajero a la mano, y lo último y más novedoso, un cajero siempre en la puerta.
Compartan, sean buenos amigos digitales y acuérdense que siempre que dejan una buena foto, seguro que habrá alguien que se los agradecerá.
@ChefGuty