Los hombres en la cocina no huelen a caca de gallina

En mi memoria pesa aún la temida frase de mi abuela, que siempre usaba al ver a mis primos en la cocina: los hombres en la cocina huelen a caca de gallina.

De dónde salió o qué quería decir es bastante difícil de descifrar por su crianza y formación, pero estoy segura que si hoy estuviera viva, ese seguiría siendo su mandamiento.

Y no, ¡hoy ya no es así! La cocina, por el contrario, es un gremio bastante machista, no solo en Colombia sino en el mundo. Al cual en las últimas décadas hemos llegado las mujeres, y para quedarnos. Pelar, picar, asar, fritar, hervir, la tarea que sea, es igualmente desafiante para hombres y mujeres. Y ni hablemos de la pastelería, panadería y demás actividades relacionadas con los dulces, donde lo que prima no es el género sino la creatividad.

Esta semana oí una conversación de cocina en un exclusivo restaurante de Bogotá, el cual aparentemente solo puede tener en su cabeza «hombres, hombres”; y en realidad no entendí ni la redundancia, ni la descalificación de los roles en los géneros. La cocina es un espacio de creatividad, de experimentación y de mucha vocación de servicio, no un campo de demostración de fuerza ni mañas.

Los restaurantes hoy son un espació en donde sin pensarlo comemos, pasamos un buen rato y donde, al final, lo único que verificamos es el costo-beneficio, si valió la pena pagar esa cuenta e incluir el servicio. Pero además de eso, ¿se han detenido a pensar quién o quiénes son los que a diario ponen la cabeza y el corazón en cada plato? No es romantisismo, es tecnisismo. La industria de la cocina va mucho más allá de unos roles socialmente bien vistos.

Roles que al final son bien ridículos en estos días, ¿o no les parece? Los invito a seguir comiendo fuera, en esos lugares donde da gusto sentarse y tener un buen servicio, a degustar y ensayar, a pedir explicaciones si por algún motivo el plato no resulto ser lo que tenía en mente. Por su parte a ustedes compañeros de cocina, también los invito a aterrizar un poco el trato con el cliente, los clientes existimos en la medida que las cosas sean justas y el servicio lo valga, de lo contrario siempre existirá alguien muchísimo mejor que cada uno de nosotros.

Hoy les dejo tres restaurantes recomendados en Bogotá:

Central Cevichería: Carta amplia pero sus productos estrella son los ceviches. Sabores frescos, siempre con recetas novedosas y con materias primas de alta calidad. El servicio es bueno y mejora cada vez más. Costo-beneficio, es muy buena opción siempre.

Julia: Es, para mí, la típica tratoria italiana. Un lugar pequeño, con horno de leña y un delicioso aroma a pizza recién horneada. Es una pizzería como la mañana aquí, donde las masas siempre son crocantes, las mezclas de sabores son mágicas para la memoria gustativa y que siempre permiten querer más.

La puerta falsa: Todo es delicioso, todo sabe a la cultura rola y mantiene vivos los recuerdos de las abuelas. Comida de ayer y de hoy, un servicio de desayuno santafereño todo el día. Tamales, chocolates y delicias capitalinas.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Septiembre 22, 2016.

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