Año viejo

Se acaba, ya casi se acaba. Como partido de fútbol: estamos en los últimos 5 minutos del tiempo extra. Gracias, 2021: un año de aprendizajes, de recuperar saberes gastronómicos y de muchas ollas puestas; platos, picoteos y muchos momentos para compartir con amigos y familia. Un año donde nuestra cocina fue reconocida en el mundo, y donde muchos nuevos espacios y experiencias llegaron a la oferta nacional: aplausos por ello a nuestra gastronomía, al reconocimiento de nuestros sabores y a las apuestas, pues son más y más negocios que traen cientos de empleos, que abrazan emprendimientos, proveedores variados y generan abundancia en la industria alimenticia de Colombia.

Se recogió lo sembrado, dirían por ahí, y además seguimos cultivando, seguimos buscando recetas y trabajando por nuestros campesinos, que son realmente el eslabón más importante de la cadena productiva del sector gastronómico. Son ellos quienes madrugan a sembrar, a cosechar y a abastecer plazas y negocios para que a nuestras mesas lleguen sus frescos productos, resultado del trabajo de colombianos obstinados por hacer patria desde la tierra. Hay que sumar, hay que dejar de quejarnos de todo, porque en lo imperfecto está lo perfecto: como esa lechuga con huecos, pero llena de vida y de menos fungicida, de esos productos que puede que no sean de revista, pero que quizá son más sanos y llenos de mucho amor. Necesitamos meterle el corazón a este sector y menos juzgamiento de campeonato.

Sumen y resten, y verán que casi la mitad del tiempo que están en su casa tendrán siempre algo asociado a la cocina, a compartir recetas, a revisar qué viene y dónde se harán las siguientes compras para cuidar el bolsillo. En mi casa funcionamos y nos unimos alrededor de la mesa de la cocina, para ver qué hay de mercado, para hacer los menús semanales e inventar propuestas para aprovechar lo que tenemos sin tener que comprar más hasta que no acabemos lo que hay fresco. Son ejercicios no solo de gimnasia empresarial casera, sino también de bendecir los alimentos que existen y no llenar la alacena de productos que no vamos a consumir pronto. Antes de quejarse y de chamuscar el año, acuérdense de todos los buenos y difíciles momentos que seguramente tuvimos, y demos las gracias por esos pocos o muchos gratos momentos, Por eso, vale la pena repensar la forma en la que consumimos, nos alimentamos y compartimos y lo que vamos a desechar.

Cuando vayan a iniciar los rituales de quemar el año, empecemos por quemar determinadas cositas para que en un año no estemos en las mismas. También hagamos el ejercicio de rotar los alimentos que sabemos que no vamos a comernos por más que pasen los días, y que quizás hacen la diferencia para muchas otras familias. La abundancia se basa en que todo fluya, en que seamos consientes de lo que tenemos y de cuántas personas podemos impactar positivamente.

Llego la hora de hacer la buñuelada con esa masa que llevaba meses esperando por ser mezclada, meterle energía a hacer la natilla, sacar la receta de los tamales, y hacer ojalá muchos de más, en la medida de las posibilidades, para así repartir y compartir entre tantas personas a las que ese gesto les hará la diferencia en su día de fiestas navideñas. Si algo nos han enseñado estos tiempos es que no estamos solos, que no somos como una célula única en el universo, y que estamos mejor si entre todos nos ayudamos, nos alimentamos y nos cuidamos.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Diciembre 10, 2021

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