Un lugar para el alma

Usted no podrá hacerse el desentendido cuando vea una casa tipo inglesa con una gran fachada rosada, que parece sacada de un cuento de hadas, en pleno centro financiero de Bogotá, sobre la carrera novena con calle 67, para ser más exactos. Les garantizo que cualquier peatón desubicado, como yo, la ve al rompe, pues es lo más significativo de la cuadra. Es una esquina que podría ser un lugar memorable de cualquier capital del mundo. En esta casa remodelada y decorada, @rose_pastryshop abre sus puertas entre avisos de neón, lámparas en forma de teteras, pequeñas mesas y floreros frescos, todo en paleta de rosados. Es un restaurante moderno y acogedor, lleno de luz y color, con una maravillosa terraza que termina en el mostrador de postres, un deleite para los ojos que deja claro que uno está en un lugar con muchísima personalidad, impregnado de alegría en cada detalle.

Ingredientes frescos y una mezcla de creatividad e ingenio hacen de la carta una dicha a la hora de elegir. Flat breads de coliflor que son, aunque suene extraño y bastante desafiante por aquello de esta temida col, un bocado del cielo. No soy muy amiga de los bowls porque me da pereza la mezcla extraña en un solo plato, pero tengo que reconocer que el bowl de la casa (llamado con mucho acierto Rose Garden), que combina pollo con cogollos, rúgula, queso feta, arroz en infusión de butterfly pea y otras sorpresas, merece repetición. También di un par de mordiscos a un sándwich de roastbeef que me supieron a gloria: carne en su punto en medio de una baguette oscura, gracias a una particular mezcla con carbón activado que la hace particularmente suave y delicada. Son platos que no se pueden dejar de comentar, pues algo que hay que destacar de este lugar son sus panes y masas.

Como les decía, lo que aparentemente es un restaurante moderno y de buen comer tiene un corazón de oro, que no es fácil de conocer sin reserva previa. El segundo piso de esta casa rosada es un tesoro que, estoy segura, no veía hace años en Bogotá y quizás en Colombia. Muchos me dirán que soy bien cachaca y del interior, pero, en serio, les digo que no había visto esto en tiempos: una escultura amarilla de un soldado inglés deja claro que Rose (nombre del restaurante) no es solo por ese rosado que lo decora, sino también por cada uno de los detalles que encontrarán en un clásico salón de té inglés que cobra vida en este piso.

Y es que en @therosebogota, otro espacio de esta casa maravillosa, varias teteras sirven de antesala al salón, donde un emblemático piano de cola, del cual salen grandes clásicos de The Beatles, Elton John y los Rolling Stones, es el punto focal al ingreso, mientras que mesas perfectamente montadas, llenas de detalles suntuosos, hacen de la experiencia un momento único e irrepetible. “Es una mezcla de cultura para volver a salir, a ver a la gente y a disfrutar, de forma segura, en un espacio que se construyó con mucho amor e investigación”, dice Christine, alma del lugar, con raíces y corazón ingleses pero mucha templanza y berraquera, como buena colombiana.

Este espacio, a diferencia del primer piso, puede pensarse como un paréntesis de dos horas para consentir el alma y el corazón. Es un ritual que se transforma en un viaje entre la comida y el té, esa bebida ancestral; entre la historia y la cocina, y que llegó a Bogotá para quedarse. “Llenamos de vida este espacio, de personalidad, con el fin de volvernos un punto de referencia sin importar la edad o el plan”, afirma Christine. Y realmente así es. Té verde, blanco o el clásico earl grey, mezclas florales o una helada copa de champaña acompañan cada paso de los bocados de sal y dulce que llegan a la mesa. Scones, croissants, panecillos, sándwiches y claramente los donuts Rose hacen de la experiencia un gran plan.

Debo reconocer que me sentí en la mesa de la casa de mi abuela, donde era sagrado sentarse en la tarde a tomar un té escuchando las historias del día, contando las metidas de pata del colegio y riéndonos de las ocurrencias de todos. Extrañé mucho ese momento en que la torta de vainilla era el punto más alto de mi día, pero reconozco que el donut que me comí me pareció, además de visualmente perfecto, delicioso. Es uno de esos lugares donde la vida hace sentido, donde esperar es delicioso simplemente por lo que hay en la mesa. Además, estoy segura de que, dentro de poco tiempo, cada uno de sus visitantes tendrá una anécdota muy particular.

The Rose nació un par de meses antes del inicio de la pandemia, supo esperar, como cada uno de nosotros, y está renaciendo como cualquier rosa en primavera. Es un sueño que enseña a las personas a escoger, a valorar y a entender que la comida es más que un acto automático: un aporte a los sentidos, un cambio de dinámica donde el talento de la chef, el acompañamiento de los meseros y las historias de su creadora hacen del tiempo una mesa memorable, casi como la de Alicia en el país de las maravillas, donde cada uno de sus personajes podía soñar, reír y celebrar.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Marzo 18, 2021.

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