Historias que cautivan

“Nadie conoce las recetas de la dicha. A la hora desdichada vanos serán los más elaborados cocidos del contento.” Tratado de culinaria para mujeres tristes, Héctor Abad Faciolince.

Generalmente las cocinas traen consigo una mágica tradición gastronómica que pasa de generación en generación, con cuchara en mano y mucha mística, permitiendo que las historias se entretejan entre las memorias y los sabores de cada región, de cada pueblo, de cada clan familiar. Todos hemos crecido con un banquito auxiliar en la cocina con el que nos sentimos grandes, pues nos permite ser auxiliares profesionales en revolver y mezclar, en “meter la cucharada” (como dice mi mamá) y hacernos parte del momento familiar. Aprendemos a estirar y amasar, pero, sobre todo, aprendemos a soñar con esos platos de las abuelas, que siempre nos definirán los momentos de dicha, que nos fijan los recuerdos que llenan la barriga y le dan felicidad al alma.

Cuadernos, anotaciones, cuentos y hasta secretos de familia hacen parte de esos apreciados baúles que se traducen en mezclas perfectas, que llegan para calentar el alma, conseguir pareja y hasta para iniciar un divorcio, pues no hay frase más peligrosa para la estabilidad de una pareja que “esto no sabe como lo de mi mamá”, tal y como lo describe Héctor Abad Faciolince en su libro Tratado de culinaria para mujeres tristes. “Jamás, salvo después del tercer aniversario de su entierro, intentarás imitar las recetas de tu suegra. Con ella en vida sería grave error, pues tu marido dirá que no es igual, que le falta o sobra sal, que la sazón no está en su punto, que falla la textura o el color es diferente”, dice otro de los apartes del libro.

Este maravilloso tratado, fácil de leer, me sacó más de una carcajada, pues claramente me sentí identificada con las pócimas y conjuros descritos para tratar todos los males del cuerpo y de la vida. También me hizo caer en cuenta que la magia de la cocina puede ser un simple golpe de suerte, o todo un trabajo de mezclas y acción, y que, dependiendo del día y de la razón, todo sabrá mejor.

El encierro de la pandemia revivió muchas historias, recordó sabores y, de paso, desenterró recetas olvidadas. Agradezco a la pandemia esos momentos pues, siendo sinceros, serán de lo poco que encuentro maravilloso de esto. ¡Pero es real! Sin ese tiempo en casa, difícilmente los recetarios estarían de nuevo de moda, ni estaríamos hechos unos maestros de los pucheros, sopas, y preparaciones de carnes que estaban en el baúl de los recuerdos, gracias a la rapidez de la vida diaria que llevábamos.

Gracias al virus innombrable, a mi casa volvieron la pasta y los panes de masa madre, la huerta tomó más ímpetu, se desempolvaron los libros de recetas y la creación de cada almuerzo cotidiano se convirtió en un ritual que quisiera conservar por siempre con mi pareja.

Escribir cada receta trae consigo un proceso de memoria, de risas o hasta de lágrimas. Pero eso sí, cada una garantiza que, de casa en casa y pasando de las abuelas hasta los nietos, se conserven esas historias tan particulares. No son cuentos ni refranes: son simplemente líneas que son pequeños salvavidas para esos momentos donde más que comida, necesitamos un motivo para reír.

Y ya que estamos hablando de buenos libros que hacen referencia a la gastronomía, les dejo otro título que me regalaron por estos días y me tiene atrapada cada noche: Bien Cocido, de Luis Molina Lora. Se trata de una historia apasionante de tres cocineros que trabajan en un restaurante, y cada uno de ellos tiene una visión particular de la gastronomía: para uno es un simple negocio, para otro es lo que le asegura su supervivencia, y para el último es preservación de la memoria y un elemento de dignificación. La transformación de la vida de cada uno de estos personajes y de la visión que tienen de la comida, nos lleva por una historia deliciosa de leer, llena de suspenso y de muchas cosas que a los cocineros y golosos nos hacen felices.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Marzo 11, 2021.

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