Con las buenas gracias

Se acerca la época decembrina y, como es habitual, debemos esperar las novenas, aguinaldos y fiestas hasta el amanecer, tan típicas de nuestra cultura, desde el 1° de diciembre y, que nos cojan confesados, hasta el 7 de enero. Sin embargo, como no nos alcanzan los Reyes Magos, los pastores, el Niño Dios, Belén y sus alrededores, hace ya algún tiempo hemos apropiado a San Nicolás o Papá Noel como parte de la celebración. Aquel gordito bonachón al que debemos dejarle galletas y leche para pasar las dificultades y las afugias de llegar a cada casa en tan solo una noche.

Pero ya que no solo hemos adoptado a Papá Noel, conocido como el hombre más rápido del universo repartiendo sonrisas y felicidad, hagamos un recuento de festividades adoptadas a lo largo del año. Empezamos el año con San Valentín que, sin importar que en septiembre repitamos con amor y amistad, es una celebración al amor, a los amigos y a todo lo que pueda implicar una expresión de afecto. Luego los niños salen a las nunca más deseadas vacaciones de primavera… ¿y cuál primavera?, digo yo. Pero que vivan las vacaciones y el descanso del colegio. Y así llega el conejo de pascua, como excusa para hacer una celebración en torno a esta festividad religiosa. Conejos, pollos de colores y mucho chocolate hacen de este un momento de luz y amor para las familias.

Sigue así el ejemplo del Halloween, una fiesta pagana que se inició varios cientos de años atrás al norte de Irlanda. Aquí es una fecha importada para la celebración de los niños y vestirse como el personaje del año, que se convierte en un momento taquillero en la venta de dulces y trucos para niños, y fiestas sin límites para algunos adultos. Por último y con mucha sorpresa, el temido Black Friday en el que no sólo nos gastamos lo básico, sino que se pela la olla con la excusa de que es un gran descuento.

Como ven, entre mes y mes celebramos el amor, las familias, los niños y hasta las compras desmesuradas de fin de año. Pero no veo nada que me acerque a una fecha que, al menos en mi casa, por motivos de mis papás, se celebra casi más que la Nochebuena: Acción de Gracias. Una fecha inamovible, llena de trabajo en equipo, donde el menú se arma entre todos, sabiendo que cada uno trae algo a la mesa sin importar la destreza en la cocina. Una celebración donde el único motivo es dar gracias de seguir vivos. Esta será particularmente por sobrevivir al 2020, agradecer los amores y desamores del año, los platos servidos, las experiencias y, claro está, cada uno de los momentos vividos.

Muchos dirán que es ridículo seguir copiándonos, pero creo que es de las celebraciones que más sentido tienen, sobre todo después de un año como este. Agradecer no es obligatorio, es algo que se siente y debería ser a diario, dice mi amiga Edith, y que abre la puerta a poder empezar una época decembrina con un poco de sentido en el corazón. No es un gran festín, pero sí puede convertirse en una opción increíble para dedicar una noche a esos momentos que, entre risas y memorias, dejan novios, nuevos amigos, propuestas para el año nuevo y un poco de comida para la coca del almuerzo del viernes y quizá para todo el fin de semana. A todos mis lectores, gracias por un año más de disfrutar a Madame Papita.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Noviembre 26, 2020.

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