Del plátano y sus bondades

Definitivamente no me canso de viajar y conocer la magnificencia de nuestro país, y este inicio de año me he dado el lujo de tener un maravilloso viaje por varios pisos térmicos colombianos. Conclusión: después de un par de kilos de más y de meter mi nariz en varias cocinas de cuanto pueblo se me atravesó en la ruta, llegué perdidamente enamorada del plátano. Lo paradójico es que antes no le paraba muchas bolas y era algo menor en mi dieta diaria, el arroz en mi casa es el rey.

El plátano y el banano son productos de nuestra tierra, que alimentan a cientos de familias y que son fuente de desarrollo de varias regiones del país. Banano, plátano, cambur, chocheco, topocho, maduro y guineo han empezado a competir fuertemente con mi papita diaria y sin lugar a dudas son la comida diaria de personas trabajadoras en cada rincón del territorio colombiano, que a punta de plátano crían niños más sanos, alimentan deportistas ganadores y abastecen a gente que lleva en sus cocas el platanito que los hace felices a la hora del descanso.

En más de 130 países se cultivan diversas variedades de plátano. “Desde Colombia para el mundo”, decimos varios orgullosamente, pero la realidad es que, por donde uno pase, el banano para el desayuno y el plátano en alguna presentación hacen parte de las recetas nativas. Ecuador, Colombia e India son productores ejemplares y mundialmente reconocidos, y sus paisajes están adornados de cultivos exóticos de platanales verdes con hojas grandes que dan ganas de cortar y ponerlas a decorar en un asado en una tarde familiar cualquiera llena de viandas locales o envolver un buen tamal.

El plátano es de esos productos que no distinguen regiones, ni que la mesa sea de mantel elegante o simple y cotidiana; mi nuevo mejor amigo se ha convertido en un acompañamiento que alimenta y aún es barato en la canasta familiar nacional. Entre verde o maduro no hay que tener dilemas ni quedarnos solo con una elección, pues como desayuno me derrito con unas fritas de maduro bien pichas (como diría una gran amiga mía) y mucho queso costeño rallado, de entrada en el almuerzo, una sopa de colicero y de postre, una buena torta de plátano con queso y bocadillo.

Los aborrajados y las marranitas, manjares del Valle que puedo comer todos los días; patacones con suero, un pecado a cualquier hora; arañitas o virutas fritas pueden reemplazar las papas fritas; empanadas, tajadas o moneditas; digan no más. Además, si son de las personas a las que les gusta variar la base del puré, con plátano maduro o biche, queso y un poco de horno descubrirán una nueva pasión.

Quizás lo más bonito de todo este camino por nuestras regiones fue poder comprobar un dicho que aprendí: no hay chiva de mercado en Colombia que no tenga un ramal de plátano verde ni un joven que no pase por la tradición de aprender a bajar un racimo de plátano para cenar.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Enero 24, 2020.

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