El país de nunca jamás

Algo que admiro profundamente de los japoneses es su capacidad de mantener vivo por siempre a su niño interior. Todos disfrutan por igual con los personajes de Hello Kitty o con sus superhéroes de infancia por las calles de cualquier ciudad nipona. Quizá los psicólogos me corregirán, pero creo que eso hace seres completos, plenos, que así crezcan no se niegan la posibilidad de soñar, jugar y tener siempre feliz a su niño interior.

Pues eso precisamente fue lo que viví por estos días en unas vacaciones inolvidables en Disney. Además, me sorprendió mucho encontrar que cada vez hay una mayor cantidad de opciones para comer bien; solo hay que recorrer un par de sitios y se encuentran alternativas para probar, jugar y disfrutar. Ha cambiado el mito de la hamburguesa, el perro caliente y la pizza: hay ofertas de ensaladas, sánduches y porciones de carne con verduras, sin desconocer, obviamente, el alto porcentaje de chucherías que inundan las tiendas y los carritos en los andenes. Pero en saber elegir siempre estará la cuestión de todo.

Almorzar con las princesas en el castillo de Cenicienta es volver a la época en que soñábamos con ser Blancanieves, la misma Cenicienta o hasta la bruja malvada, o inclusive las nuevas generaciones de princesas sacadas de las películas de Valiente, Pocahontas, La princesa y el sapo o Mulán. Hoy todas ellas son mujeres reales y no idealizadas, que se convierten en aliadas a la hora de comer sano.

Pero quizá unos reales superhéroes que atraviesan generaciones y nos hacen vibrar a chicos y grandes son Mickey y Minnie y todos sus amigos, con quienes se puede tener un maravilloso brunch de domingo en el restaurante Chef Mickey en el Hotel Disney Contemporary. Entre waffles, galletas, panes, pero también una gran variedad de ensaladas, mariscos, carnes, quesos y charcuterías, una mimosa o jugos, un capuccino o un chocolate caliente, ves como se acercan poco a poco a tu mesa Donald, Daisy, Pluto, Tribilín y, por supuesto, los anfitriones de casa; te abrazan, se toman fotos contigo y te llenan de muchas risas, como siempre lo soñaste. Ahí, aparte de alimentar el cuerpo, salí llenita de amor y con una sonrisa que aún no se me quita, de profundo amor y agradecimiento por poder sentir que nuestro niño interior está allí, vivo, latiendo, y que nunca hay que dejarlo dormir.

Como tip adicional, si van a Magic Kingdom, les recomiendo pasar por la discoteca de hamburguesas, bailar al ritmo de un DJ que anima a todos los asistentes a pasar a la pista y hacer coreografías con ellos. Los niños siempre serán los más arriesgados, pero hasta los meseros del lugar se unen al ritmo de las canciones más famosas de películas o del top ten de todos los tiempos. Bailar, disfrutar, caminar, comer, ponerte un disfraz, reír y gozar es parte del plan de nunca acabar entre paseos en montañas rusas, tacitas de té, caballos de carrusel o simuladores con nuestros personajes preferidos.

Después de estos días maravillosos, creo que Peter Pan tiene la razón: los niños nunca deben dejar de ser niños, y nosotros como adultos debemos poder alimentar no solo la creatividad sino la vida de una manera sana, llena de posibilidades nutritivas y sin desconocer que todos necesitamos siempre un bocado dulce que nos alegre nuestras vidas.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Septiembre 13, 2019.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Otras columnas

Acompáñame cada semana a recorrer temas que nos unen a través de la comida y sus tradiciones, las recomendaciones de buenos lugares y viajes glotones, productos y emprendimientos que vale la pena destacar y un descubrimiento de nuevas alternativas de salud, alimentación y bienestar con los aceites esenciales.

El costo de la vida

Una semana dura en noticias: niños que se quitan la vida por la presión de sus compañeros, adultos jugando a hacer política con el futuro de cada país y, a nivel más local, la crisis del campo, de mi papita,

¡Es hora del pan!

Los días en casa nos han despertado a muchos el panadero y el repostero que tenemos dentro, a tal punto que en estos días estuve buscando levadura por todos los servicios a domicilio de supermercados y tiendas, y no pude

La caja de Pandora

No hay nada más pavoroso que abrir la nevera y encontrarse con lo mismo: con la imperiosa necesidad de pensar ¿qué cocino? Cansancio, desgaste o pereza hacen que cocinar comience a aburrirnos y todo sepa a lo mismo. Los lunes