Tómese la sopita, mijo

Después de los teteros y las papillas experimentales de nuestras madres, aprendemos a encontrar los sabores en las sopas. Esos suculentos caldos alimenticios a los que nos comienzan a acostumbrar las mamás con la excusa perfecta de que tienen todo lo necesario y son nutritivos. Yo, al contrario de Mafalda, soy bastante sopera, mi mamá y mis abuelas hicieron bien la tarea, pues hoy para mí, como para muchos de ustedes, no hay nada como una buena sopa caliente que me regrese al calor del hogar, a la casa de los abuelos y a las fechas memorables en familia.

Cada región, es más, podría atreverme a aseverar que cada pueblo, tiene su sopa tradicional. En lo macro, el sancocho, por ejemplo, se extiende por todo el país; esa sopa espesa que algunos solo hacen con carne de res y otros con pollo, pescado y hasta marrano. Unos agregan plátanos verdes y otros hasta maduros, y de allí en adelante arracachas, ahuyama, yuca y/o papas, y mucho cilantro. Lo importante del sancocho será siempre la calidad del caldo, sabroso, “levantamuertos”, y que nunca falte el arroz blanco para acompañarlo y el ají criollo. El ajiaco (en Cundinamarca), el cocido (Boyacá), el rondón, (islas del Caribe), la sopa de frijoles (Antioquia), la de arroz (en los Santanderes), la cazuela de mariscos (en las costas Pacífica y Atlántica), la sopa de torrejas (en el Valle del Cauca) y un millón más, no alcanzaría esta columna para nombrar las deliciosas sopas colombianas.

Changuas, sopas de papa y de tomate para los guayabos; sopas frías para el verano; muchas sopas de verduras para los bebés y los vegetarianos; sopas y más sopas… enriquecen nuestra gastronomía de norte a sur y por todos y cada uno de los rincones del país.

Muchos dicen que las sopas son la parte fundamental de un buen almuerzo o la solución a una noche helada. Pero, en realidad, las sopas son un plato que ha pasado a través de la historia como parte de las herencias de las abuelas, de la buena mesa y los productos locales. Cuchara en mano, cada familia logra meterle sabor a la vida pues las sopas son al final una mezcla de química orgánica, creatividad absoluta y profundas raíces de familia.

Hoy dos restaurantes para recomendarles (donde las sopitas también tienen un buen lugar en su carta):

Canoa: una animada taberna japonesa en la Zona G de Bogotá, donde se encuentran los spring rolls crocantes más descrestadores que he probado, el sushi de cangrejo rojo que es una exquisitez, la grandiosa canoa llena de colores y sabores —de lo mejor de su carta e ideal para compartir con muchos amigos con unos buenos sakes—, y los ramen y la sopa de miso que no tienen nada que envidiarles a tabernas similares en Estados Unidos, pues la calidad de su caldo y ingredientes son de destacar.

R by Rausch: en el último piso del Centro Comercial Andino, tiene la mejor sopa de alcachofa de Bogotá, me lleva en cada cucharada a la casa de mi abuela. Además de esta suculenta sopa tienen una barra de ensaladas deliciosa y una carta que siempre tendrá la solución a un almuerzo de trabajo o una comida rápida y sana; pizzas y galletas de chips de chocolate, para mí la mejor opción. Vale la pena darse un paseo por el Andino y visitar un bocado descomplicado al mejor estilo Rausch.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Agosto 10, 2017.

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