Oiga, coma y vea

¡Y esta semana me tocó Cali! Y vea pues que salí muy sorprendida de su cocina, su sabor y su salsa. Confirmado: el Valle del Cauca huele a caña, a una extraña mezcla dulce con un carácter propio, un carácter construido a pulso y por las manos de nuestros campesinos. Una mezcla de sabores frescos de la Costa Pacífica que hacen de cada mordisco una explosión de sabores indescriptibles, la fuerza de la cocina afrocolombiana junto a la influencia española me hacen querer comer hasta chuparme los dedos y aun así creo que quedaría antojada y pediría más.

Pasar por el Valle y no comer chuleta o un caldoso arroz atollado es un pecado capital. Muy seguramente el calor los azotará sin piedad, pero no se preocupen, esta hermosa tierra le tiene la solución en su rica gastronomía; pregunten por una lulada, un cholado y hasta un delicioso champús. Del cholado lo importante es que sea como debe ser: carrito en la calle, mucha anilina, frutas picadas y una buena cantidad de leche condensada; en la lulada deben encontrar ese delicioso sabor a lulo que los va refrescando cada vez que toman un poco; y con respecto al champús les recomiendo que esté igual de frío o más que la lulada porque ese sí que refresca.

Pero como dice la canción, “en Cali se sabe gozar” ¡y la cocina es el claro ejemplo de eso! La variedad de usos en productos hacen que una marranita o un aborrajado sean platos de exportación. O que la variedad de sopas y sancochos los haga acreedores de un lugar fundamental en la historia de la cocina colombiana, remontándonos a los paseos de olla con primos al río Pance y de ahí para atrás.

Pero además de estas bondades gastronómicas habituales, tenemos que reconocer que sin los productos afrodisiacos varios hijos achacados al chontaduro o al borojó no serían hoy los preferidos de sus casas. El Valle es una mezcla afrodisiaca, entre sus colores, sus cañaduzales y el progreso de su cocina, grandes proyectos como Platillos Voladores cobran un increíble valor en la apropiación de su cultura. “Cali es Cali y lo demás es loma” dice el dicho, y sí, son el resultado de su cultura, su sabor, de su arraigada tradición y el son que llevan dentro.

Y para cerrar con broche de oro, yo sí soy de las que compra totuma de manjar blanco en el aeropuerto como buena turista, sin pena y con mucha dicha porque además me lo como sola y sin compartir de a mucho.

Mis recomendados de hoy

Platillos Voladores en Cali (IG @platillosvoladores): Una cocina fusión con productos locales, una apropiación del sabor del Valle, deliciosa, que vale la pena probar. Comí un ceviche de camarón al estilo pacífico fresco y con sabores definidos; de fuerte pescado con salsa de chontaduro que me llevó a conocer un sabor indescriptible en la salsa, porque en realidad no soy fan del todo del chontaduro. Probé el cheesecake (chontaduro) el cual debo de reconocer que me cautivó.

Fulanitos en Bogotá: Lo que pida le aseguro que no se va a arrepentir. Me gusta el de La Candelaria por la vista, sin lugar a duda hay que pedir sí o sí aborrajados. Pero el de la 81 llegando a la 11 en Bogotá es excepcional. Me ha ido bien con la chuleta y el sancocho. Es una buena opción del Valle en Bogotá.

Por último y rescatando mi empanada bailable de la semana pasada quiero recomendarles a @empadonas. Me descubrieron ellos a mí hasta que caí rendida en esas deliciosas donas con relleno de carne y papa y otras de pollo. El ají está bueno.

#MadamePapita

@ChefGuty para El Espectador. Mayo 4, 2017.

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